Hace 144 años nació en estas tierras sanjuanenses -el 23 de septiembre de 1876- uno de los más notables inventores mexicanos como fue don Luis Romero Soto, quien vivió 87 años de los cuales, 71 dedicó a un arduo trabajo mediante el cual desarrolló su inventiva y creatividad que lo llevó a patentar 69 inventos, entre los que destacan: 14 relacionados con la industria del maíz y de la tortilla; 4 en la industria de la construcción; 3 en los enseres domésticos; 5 para uso y tratamiento de agua, y varios más. Además de destacarse como arquitecto, realizador de herrería artística, como ingeniero, en asuntos de hidráulica y armaduras, entre otros.
Aquí en San Juan realizó sus estudios primarios, y cuando junto con su familia se trasladó a la Ciudad de México, ingresó al Colegio de San Ildefonso donde cursó estudios de preparatoria; en septiembre de 1889 se recibió de Arquitecto, año en el que también anunció haber inventado la máquina para hacer tortillas en grandes cantidades.
Solo por mencionar algo de lo mucho que abarca la biografía de nuestro ilustre sanjuanense, hacemos referencia a algunas de sus más importantes patentes, como la máquina tortilladora, su máximo invento; techo de cemento pre-hecho y armable; pionero en inventos de buzón postal automático, filtro para agua de rendimiento inmediato, estufas domésticas e industriales, lavadoras de ropa, tragaluces, freidoras y láminas de cemento armado para techos de fábricas y bodegas.
“Con sus manos forjó la herrería del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, ganando el concurso en apretado duelo con europeos que vinieron para tal fin. De la misma manera fue posible que trabajara la herrería de la antigua Basílica de Guadalupe, las ventanas del Banco de México, las puertas de la Cámara de Diputados, el Palacio Nacional, el Ex –Ayuntamiento, el nuevo edificio del Departamento Central… la Suprema Corte de Justicia… los plafones de la Ciudadela, e incontables trabajos en templos y capillas de la Ciudad de México y principales ciudades del país” escribe Bety Coellar y Porfirio Díaz Oviedo, en el cuadernillo “Sanjuanenses Ilustres” sobre nuestro personaje quien además destacó también en el arte de la pintura, como acuarelista.
“Fue un hombre lleno de valores humanos como la sencillez, humildad, bondad, muy inteligente, gozó de magnifica salud, poseía una arrolladora simpatía entre otros atributos”, como lo describió su hija Ana María (qepd) en visita a la redacción de El Sol de San Juan, que en algún momento nos hizo para recordar la vida y obra de su señor padre.