/ lunes 15 de abril de 2019

Música y danza reflejan cosmovisión indígena en Semana Santa

México, (Notimex).– La música que se presenta durante la celebración de la Semana Santa entre los pueblos indígenas se encuentra íntimamente ligada a la danza, la mitología, a su forma de pensar y de concebir el mundo.

Para las comunidades originarias, este periodo es una tradición muy arraigada en la que rompen con el ceremonial católico con su propia versión de la muerte de Cristo y recuerdan la toma política-religiosa del continente americano, la renovación de la tierra.

La Semana Mayor tiene sus orígenes en la fe cristiana católica en la cual se conmemoran los últimos días de la vida de Jesús de Nazareth, desde su entrada a Jerusalén hasta su resurrección.

De acuerdo con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), en México, esta celebración surgió en el periodo de evangelización como una forma de teatralización de los rituales católicos para que la población indígena comprendiera y asimilara de mejor manera.

En el mosaico dancístico y musical que se presenta durante esos días destacan las danzas cosmogónicas, del culto solar como el palo volador, los quetzales o quetzalines, los acatlaxques.

Uno de los rituales más emblemáticos es el descenso de los voladores de Papantla, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Se trata de un ritual de danza, equilibrio y honor de súplica para los Dioses; lo practican los nahuas y los totonacos en la Sierra Norte de Puebla y en el Totonacapan, en Veracruz para expresar el respeto hacia la naturaleza y el universo espiritual, así como la armonía con ambos.

Así como las dramático-históricas como moros y cristianos, santiagos, cruzados, de la pluma, tocotines, matlachines; y las representaciones de fariseos, los judíos, los mecos, entre otros, que personifican al "indio salvaje" pintándose el cuerpo, elementos que rememoran la evangelización y al mismo tiempo están ligadas a la purificación.

A su vez, los tarahumaras danzan para orar y mantener su espiritualidad, bailan en honor a sus muertos y para agradecer bendiciones o alejar los maleficios y evitar las enfermedades, el sufrimiento y la tragedia.

La mañana del Viernes Santo, por ejemplo, los soldados y fariseos, representados por dos grupos de hombres pintados con cal y ocre, los pintos danzan durante 36 horas.

También hay propiciatorias de cacería como la danza del venado o el pascola, ésta última también está relacionada con la purificación y la evangelización.

México, (Notimex).– La música que se presenta durante la celebración de la Semana Santa entre los pueblos indígenas se encuentra íntimamente ligada a la danza, la mitología, a su forma de pensar y de concebir el mundo.

Para las comunidades originarias, este periodo es una tradición muy arraigada en la que rompen con el ceremonial católico con su propia versión de la muerte de Cristo y recuerdan la toma política-religiosa del continente americano, la renovación de la tierra.

La Semana Mayor tiene sus orígenes en la fe cristiana católica en la cual se conmemoran los últimos días de la vida de Jesús de Nazareth, desde su entrada a Jerusalén hasta su resurrección.

De acuerdo con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), en México, esta celebración surgió en el periodo de evangelización como una forma de teatralización de los rituales católicos para que la población indígena comprendiera y asimilara de mejor manera.

En el mosaico dancístico y musical que se presenta durante esos días destacan las danzas cosmogónicas, del culto solar como el palo volador, los quetzales o quetzalines, los acatlaxques.

Uno de los rituales más emblemáticos es el descenso de los voladores de Papantla, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Se trata de un ritual de danza, equilibrio y honor de súplica para los Dioses; lo practican los nahuas y los totonacos en la Sierra Norte de Puebla y en el Totonacapan, en Veracruz para expresar el respeto hacia la naturaleza y el universo espiritual, así como la armonía con ambos.

Así como las dramático-históricas como moros y cristianos, santiagos, cruzados, de la pluma, tocotines, matlachines; y las representaciones de fariseos, los judíos, los mecos, entre otros, que personifican al "indio salvaje" pintándose el cuerpo, elementos que rememoran la evangelización y al mismo tiempo están ligadas a la purificación.

A su vez, los tarahumaras danzan para orar y mantener su espiritualidad, bailan en honor a sus muertos y para agradecer bendiciones o alejar los maleficios y evitar las enfermedades, el sufrimiento y la tragedia.

La mañana del Viernes Santo, por ejemplo, los soldados y fariseos, representados por dos grupos de hombres pintados con cal y ocre, los pintos danzan durante 36 horas.

También hay propiciatorias de cacería como la danza del venado o el pascola, ésta última también está relacionada con la purificación y la evangelización.

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