Cada 6 de agosto la iglesia católica celebra la Fiesta de la Transfiguración del Señor, fecha en la que en nuestra ciudad es dedicada especialmente a venerar la imagen milagrosa que se encuentra en el Templo de Jesusito de la Portería, con una serie de eventos que durante 3 días congregan a varios fieles devotos que se unen a las actividades religiosas, artísticas y culturales.
El citado templo está ubicado en el tramo del Camino Real de Tierra Adentro, el cual se dedicó a la imagen de Jesusito de la Portería a partir de 1731, cuando tiene lugar el suceso notable que dio origen a la imagen y por consiguiente a la veneración, y sobre la cual, el R. P. fray Agustín Peñaflor, en ese entonces superior interino del Hospital de San Juan de Dios, donde hoy se encuentra el templo, detalló lo sucedido.
Es de muchos conocido el relato que hace referencia a un reo originario de Celaya de nombre Evaristo Olvera quien el 19 de marzo de 1731 entró ahí para retraerse por haber dado muerte a su esposa, “pintó con un carbón la imagen de Jesús Nazareno en lo que era la portería”, la que en resumidas líneas, fue borrada por él mismo cumpliendo la orden de fray Agustín, quien presenció hasta no dejar señal alguna
El fraile cuenta en el relato que volvió a aparecer la imagen luego de haber sido borrada, e incluso la pared picada donde se encontraba, y una vez que volvió a aparecer “con más viveza en el dibujo y más hermosa la imagen de como estaba antes” se formó una junta que después de reuniones y presenciando el portento, “quedaron sorprendidos de este grandioso suceso”.
Por este motivo el cura del pueblo don Antonio del Rincón y de Mendoza, testigo también del suceso, transformó más tarde la portería del hospital en Templo de Nuestro Padre Jesús de la Portería, llamado cariñosamente Jesusito de la Portería; quien además mandó traer un pintor para que “sobre lo que ya estaba pintado, retocara la sagrada imagen con el mayor cuidado”.
Una vez que se dio aviso al señor Arzobispado de México, quien a través de una persona ilustrada y de su confianza observó el milagro que acaba de suceder, con la encomienda de “que se hiciese capilla la portería y se celebrase misa. Que se diera aviso a todos los habitantes del pueblo y de los contornos, así como a todas las villas y ciudades, para hacer más público tan señalado portento, que Dios quiso por su gran bondad, hacer al pueblo de San Juan del Río”.