/ lunes 12 de marzo de 2018

¿Sabías Qué?

De acuerdo a un estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, en nuestro país, aproximadamente siete por ciento de la niñez monolingüe sufre alteraciones del lenguaje.

Y es que la mayoría de los infantes afectados cursan por estos problemas sin que se les brinde atención, y si no son tratados, cuando ya involucran la comprensión es posible que tengan dificultades de aprendizaje en áreas como la lectoescritura, manejo de números, y hasta dislexia.

Los problemas del lenguaje no solamente son articulatorios, también implican la comprensión y comunicación adecuadas, es decir, que el niño comprenda lo que le dicen para que haya una respuesta.

Si bien algunas dificultades de este tipo, que se presentan en mayor proporción en niños que en niñas, tienen origen genético, gran parte ocurre en función de la estimulación, por lo que si los padres no los retroalimentan correctamente no se generarán las adaptaciones de acuerdo con su edad.

Por ello es importante definir si se trata de un retardo o de un trastorno, pues por lo regular los humanos generamos ajustes en el movimiento de la boca, la salida del aire y el acomodo de los labios para perfeccionar el habla.

Por ejemplo, la “r”, y en general los sonidos vibratorios, son de los más difíciles, pues se necesita que las cuerdas bucales tengan fuerza y mantenimiento.

Todas estas adecuaciones se desarrollan en la primera infancia, por eso se dice que hay fonemas o sonidos esperados de acuerdo a la edad. Si no se presentan dichos avances para la fecha esperada, habría que trabajar en terapia.

El estudio señala que antes de que los niños pronuncien una palabra se presentan signos prelingüísticos como el balbuceo, sonidos que les darán fortaleza para después adquirir la articulación.

Destaca que es tarea de los adultos corregir las articulaciones para que el pequeño afine su capacidad lingüística, pero si carece de las habilidades, aunque sea corregido no logrará un desarrollo idóneo del lenguaje, entonces se debe buscar terapia para generar esa competencia y eliminar el desfase.

Es importante que sean evaluados en escalas de desarrollo para medir las competencias motrices, lingüísticas y las partes sociales; esto permitirá tener un índice de las habilidades esperadas de acuerdo a la edad.

Con terapia, si el problema es articulatorio, la probabilidad de mejoría es de 80 a más de 90 por ciento; si es de comprensión, dependerá del grado de alteración.

Si después de la terapia persiste el problema, lo recomendable es acudir a una evaluación neuropsicológica para determinar si existen otras afecciones como autismo o retraso mental.

De acuerdo a un estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, en nuestro país, aproximadamente siete por ciento de la niñez monolingüe sufre alteraciones del lenguaje.

Y es que la mayoría de los infantes afectados cursan por estos problemas sin que se les brinde atención, y si no son tratados, cuando ya involucran la comprensión es posible que tengan dificultades de aprendizaje en áreas como la lectoescritura, manejo de números, y hasta dislexia.

Los problemas del lenguaje no solamente son articulatorios, también implican la comprensión y comunicación adecuadas, es decir, que el niño comprenda lo que le dicen para que haya una respuesta.

Si bien algunas dificultades de este tipo, que se presentan en mayor proporción en niños que en niñas, tienen origen genético, gran parte ocurre en función de la estimulación, por lo que si los padres no los retroalimentan correctamente no se generarán las adaptaciones de acuerdo con su edad.

Por ello es importante definir si se trata de un retardo o de un trastorno, pues por lo regular los humanos generamos ajustes en el movimiento de la boca, la salida del aire y el acomodo de los labios para perfeccionar el habla.

Por ejemplo, la “r”, y en general los sonidos vibratorios, son de los más difíciles, pues se necesita que las cuerdas bucales tengan fuerza y mantenimiento.

Todas estas adecuaciones se desarrollan en la primera infancia, por eso se dice que hay fonemas o sonidos esperados de acuerdo a la edad. Si no se presentan dichos avances para la fecha esperada, habría que trabajar en terapia.

El estudio señala que antes de que los niños pronuncien una palabra se presentan signos prelingüísticos como el balbuceo, sonidos que les darán fortaleza para después adquirir la articulación.

Destaca que es tarea de los adultos corregir las articulaciones para que el pequeño afine su capacidad lingüística, pero si carece de las habilidades, aunque sea corregido no logrará un desarrollo idóneo del lenguaje, entonces se debe buscar terapia para generar esa competencia y eliminar el desfase.

Es importante que sean evaluados en escalas de desarrollo para medir las competencias motrices, lingüísticas y las partes sociales; esto permitirá tener un índice de las habilidades esperadas de acuerdo a la edad.

Con terapia, si el problema es articulatorio, la probabilidad de mejoría es de 80 a más de 90 por ciento; si es de comprensión, dependerá del grado de alteración.

Si después de la terapia persiste el problema, lo recomendable es acudir a una evaluación neuropsicológica para determinar si existen otras afecciones como autismo o retraso mental.

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