Una parvada de palomas sobrevuela la azotea de una casa al sur de la ciudad. La tarde está a punto de caer y las aves empiezan a descender lentamente al interior de un palomar. El lugar se ubica en las inmediaciones del Parque Nacional El Cimatario, y está a cargo de Héctor Ortiz, un colombófilo que lleva más de cuarenta años dedicado a la cría y entrenamiento de palomas mensajeras.
“La colombofilia es la pasión de reproducir palomas para carreras”, dice el entrenador, quien en su palomar cría cada año entre 250 y 300 pichones.
Por su labor, Héctor ha ganado cientos de premios en el país, y en el estado ha sido nombrado Colombófilo del año por la Asociación Deportiva Colombófila de Querétaro (ADCQ), durante cinco años consecutivos.
“Realmente es mi pasión”, dice con una sonrisa mientras mira al cielo con ojos de ave, esperando que todas sus palomas regresen a casa.
Colombicultura
La colombofilia ( del latín columba, paloma y del griego, filia, simpatía o afición) es una práctica muy antigua que servía para intercambiar misivas entre las personas, y más recientemente fue utilizada en conflictos bélicos como la Primera Guerra Mundial para el envío de mensajes desde el frente de batalla. Sin embargo, contario a la creencia popular, las palomas no vuelan hacia lugares desconocidos para cumplir su misión, ellas son entrenadas para regresar al palomar en el que fueron criadas.
“A las palomas tú no las mandas, las palomas regresan a su casa”, asevera Héctor, y detalla que las aves cuentan con un agudo sentido de orientación, aunque aún se desconoce si su principal referencia es el sol, el magnetismo de la tierra, el olfato o la vista.
“Lo que sí es claro es que cuando son palomas jóvenes, de menos de un año, se orientan muchísimo por la posición del sol, y las más grandes utilizan el magnetismo de la tierra principalmente (…) Las palomas tienen el sentido de orientación ya resuelto, lo único que haces tú como entrenador, para poder competir, es darles condición física, nada más”.
Con el apoyo de un ayudante, Héctor abre las compuertas del palomar dos veces al día para que las aves vuelen entre una hora y 30 minutos. Transcurrido ese tiempo, sopla un silbato cuyo sonido ha creado un reflejo condicionado, que las aves asocian con comida y las anima a bajar más pronto.
Aunque a primera vista todas parecen iguales, Héctor indica que se les puede reconocer por la talla, las alas y una pulsera en las patas, en la que se registra el año en que nacen, un número único y el club al que pertenecen; también lleva incrustado un chip que es detectado por un censor cada vez que ingresan a su palomar.
Sobre los tipos de palomas mensajeras, informa que se crían por líneas de consanguinidad y lo más común es que lleven el nombre de sus criadores.
Para su clasificación las dividen en palomas de Gran fondo ( recorren distancia de 800 km hasta 1, 200 km); palomas de Fondo (de 600 km a 700 km); palomas de Media distancia ( de 400 km a 500 km) y palomas de Velocidad ( de 200 km a 300 km).
Colombófilos en Querétaro
Pese a que la práctica es poco conocida en el país, en Jalisco, Morelia, Ciudad de México, Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí y Querétaro existen clubes que desde hace mucho tiempo se han dedicado a difundirla y promoverla.
De acuerdo con el entrenador, Guadalajara es el estado que concentra a más exponentes de esta práctica, “deben de haber como 4 mil competidores y entre 50 y 60 clubes (….) con vuelos de hasta 50 mil palomas en un solo día”.
Contrario a esta ciudad, en Querétaro solo existen 30 colombófilos divididos en dos clubes, la ADCQ y La Unión Colombófila, a la que pertenece Héctor. Ambas buscan fomentar la reproducción responsable, cría, selección y adiestramiento de palomas mensajeras, pero también incentivar la participación en competencias durante dos temporadas al año.
La primera comenzó ayer en El Sitio, un lugar en Guanajuato a 200 km del palomar de Héctor , quien calcula un poco más de dos horas de distancia. En esta competencia, dice, solo participan palomas adultas, mismas que comenzarán volando 200 km, y cada semana irán aumentando la distancia hasta alcanzar los 1, 050 kilómetros, por lo que la carrera culminará en mayo de este año.
“¿Y cómo es el proceso de competencia?”, pregunta su interlocutora.
“Cada competidor llega con 30 palomas al club y las ponen salteadas dentro de una camioneta. Al llegar a la sede, abren la puerta del vehículo y salen todas juntas. Ahí empieza la carrera”.
Una vez sueltas, las aves vuelan rumbo al palomar, donde un censor registra su hora de llegada. “Tenemos relojes que se conectan a una antena y las palomas tienen un chip, de tal forma que cuando pasan el censor se marca la hora en que llegaron y el número de la paloma. Al final, llevas tu reloj al club, ahí vacían la información en una computadora y en la máquina ya salen los resultados”.
En las carreras es común que muchas palomas se extravíen y mueran o sean cazadas por depredadores, lamenta Héctor, por lo que además de esperar que sus aves lleguen primero a la meta, los competidores cruzan los dedos para que todas – o la mayor parte de ellas– regresen a casa.
Desafortunadamente, agrega, esta situación ha comenzado a agravarse con los años, debido principalmente a las radiaciones electromagnéticas de antenas y móviles celulares.
“Tantas antenas, celulares… eso las interrumpe muchísimo del magnetismo de la tierra. Hace años las perdidas eran mucho menores, ahora más con el G5 (quinta generación de conectividad de internet móvil) que están queriendo meter, y el G4 de los celulares”.
