/ jueves 29 de julio de 2021

Una historia de prestidigitación | La encuesta del enjuiciamiento

¿Cuánto dinero público va a gastarse en una decisión tomada de antemano? Porque el único voto posible es sí ¿O habrá quién disponga de su tiempo para formarse en las casillas para votar no? Más allá ¿cuál va a ser el valor de la justicia cuando se someta a votación?

¿Qué nos queda a los ciudadanos si ya la Suprema Corte de Justicia ha validado un extraño texto cuya redacción no debemos olvidar si pretendemos enjuiciar a los actores políticos del pasado?

Iniciar agosto con esa encuesta enviará un nuevo manto distractor que pretenderá apartarnos de las deplorables decisiones que han conducido al no solo negligente, sino criminal, desabasto de medicamentos, a la inseguridad pública -patente en las recientes elecciones, con un número de víctimas (candidatos a cargos de elección popular) no visto en épocas recientes-, a la negada y concedida militarización del país, por no hablar de la pandemia, del desorden de los programas sociales, de los costosos caprichos del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas o del impertinente aeropuerto de Santa Lucía.

Este agosto permitirá a muchos -a muchos no- darse cuenta del bizarro juego ordenado desde Palacio para confundir mentes y acercarse al anhelado territorio de un país sin oposición ni disidencia. Sin embargo, empujar las condiciones del país hacia una nueva distracción, porque solo eso será, nos dejará constancia de un prestidigitador apto, no de un acusador firme. Cosa de ver los sainetes de UIF y FGR por las acusaciones a notorio magistrado electoral.

La presidencial chistera se agitará una vez más para envolver el truco del juicio a ex-presidentes como parte de un acto de justicia, a la cual pondrá en el ingrato tablero de un supuesto país de maravillas.

Al hacerlo, dará la bienvenida a mantener sin solución los problemas de fondo, al dispendio, a la nueva corrupción -honesta, según su enseñanza, porque no proviene de los mismos de siempre-, a las decisiones sin el respaldo exigido para verdaderas políticas públicas, al poder dual aparecido sin recato en las recientes elecciones, al desencuentro de un país cuya división se sigue promoviendo para servir a los propósitos electorales, enturbiando así la posibilidad de verlo unido de nuevo.

Hoy se percibe, más que un acto de justicia, el acto de prestidigitación, conducido esencialmente para los devotos del culto, en medio de una extraña bruma que se va extendiendo por todo el país. Un cielo impasible, como aquél del poema de Diaz Mirón, despliega su curva.

¿Cuánto dinero público va a gastarse en una decisión tomada de antemano? Porque el único voto posible es sí ¿O habrá quién disponga de su tiempo para formarse en las casillas para votar no? Más allá ¿cuál va a ser el valor de la justicia cuando se someta a votación?

¿Qué nos queda a los ciudadanos si ya la Suprema Corte de Justicia ha validado un extraño texto cuya redacción no debemos olvidar si pretendemos enjuiciar a los actores políticos del pasado?

Iniciar agosto con esa encuesta enviará un nuevo manto distractor que pretenderá apartarnos de las deplorables decisiones que han conducido al no solo negligente, sino criminal, desabasto de medicamentos, a la inseguridad pública -patente en las recientes elecciones, con un número de víctimas (candidatos a cargos de elección popular) no visto en épocas recientes-, a la negada y concedida militarización del país, por no hablar de la pandemia, del desorden de los programas sociales, de los costosos caprichos del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas o del impertinente aeropuerto de Santa Lucía.

Este agosto permitirá a muchos -a muchos no- darse cuenta del bizarro juego ordenado desde Palacio para confundir mentes y acercarse al anhelado territorio de un país sin oposición ni disidencia. Sin embargo, empujar las condiciones del país hacia una nueva distracción, porque solo eso será, nos dejará constancia de un prestidigitador apto, no de un acusador firme. Cosa de ver los sainetes de UIF y FGR por las acusaciones a notorio magistrado electoral.

La presidencial chistera se agitará una vez más para envolver el truco del juicio a ex-presidentes como parte de un acto de justicia, a la cual pondrá en el ingrato tablero de un supuesto país de maravillas.

Al hacerlo, dará la bienvenida a mantener sin solución los problemas de fondo, al dispendio, a la nueva corrupción -honesta, según su enseñanza, porque no proviene de los mismos de siempre-, a las decisiones sin el respaldo exigido para verdaderas políticas públicas, al poder dual aparecido sin recato en las recientes elecciones, al desencuentro de un país cuya división se sigue promoviendo para servir a los propósitos electorales, enturbiando así la posibilidad de verlo unido de nuevo.

Hoy se percibe, más que un acto de justicia, el acto de prestidigitación, conducido esencialmente para los devotos del culto, en medio de una extraña bruma que se va extendiendo por todo el país. Un cielo impasible, como aquél del poema de Diaz Mirón, despliega su curva.

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