Los shebab siguen siendo temibles tras una década sangrienta

Fran Blandy|AFP

  · martes 31 de diciembre de 2019

Los somalíes rezan por las víctimas durante la oración del viernes en Mogadiscio en la escena de un ataque masivo con camión bomba en el que al menos 276 personas murieron y 300 resultaron heridas el 14 de octubre en el ataque más mortífero jamás golpeado en la nación devastada por el conflicto| Foto: Mohamed Abdiwahab|AFP

Nairobi, Kenia | AFP.- En la última década los Al Shebab perdieron territorio, enfrentaron deserciones y sufrieron varios ataques aéreos de Estados Unidos. Pero para los analistas, el grupo islamista, que beneficia de la debilidad del poder central somalí, continúa siendo una fuerte amenaza.

A pesar de los costosos esfuerzos internacionales para combatirlos, el sábado los Al Shebab llevaron a cabo uno de los ataques más mortíferos de la última década en Somalia, causando 81 muertos en la explosión de un vehículo bomba en Mogadiscio.

"La verdadera marca de los shebab es su resiliencia", explica a la AFP Matt Bryden, director del grupo de reflexión especializado Sahan, con sede en Nairobi.

"Los líderes del movimiento murieron en ataques con drones y ataques comandos y, sin embargo, los Al Shebab siguen liderando una guerrilla convencional contra las fuerzas enemigas, fabricando bombas y construyendo una eficiente infraestructura financiera y administrativa", añade.

Según el experto, la capacidad para hecer daño de este grupo -afiliado a Al Qaida-, en Somalia y en la región, reside en la fragilidad del gobierno central, minado por las disputas.

Los shebab ("los jóvenes" en árabe) dirigen una insurrección armada en este país sumido en el caos desde la caída del autócrata Siad Barre en 1991.

A principios de 2010, se encontraban en la cumbre de su poder, controlando varios centros urbanos y algunos barrios de Mogadiscio, mientras que el gobierno, apoyado por la comunidad internacional, se aferraba a algunos sectores de territorio en la capital.

Sin embargo, un año después, en 2011, fueron expulsados de Mogadiscio y perdieron la mayor parte de sus bastiones bajo la presión de la fuerza de la Unión Africana en Somalia (Amisom).

- Cooptación y coacción -

Los insurgentes frenaron este declive manteniendo su control sobre vastas zonas rurales gracias a una red de inteligencia muy desarrollada, que les permite llevar a cabo operaciones de guerrilla y atentados suicidas.

"Reciben apoyo a través de la cooptación y la coacción. Sus necesidades financieras son satisfechas constantemente por una red de tributación y extorsión", subraya Murithi Mutiga, investigador del International Crisis Group (ICG).

En noviembre, un informe de expertos de las Naciones Unidas sobre Somalia llegó a la conclusión que el sistema de impuestos "mafiosos" de los shebab les permitía generar ingresos, incluso en zonas que no controlan, como el puerto de Mogadiscio.

Los Al Shebab también comenzaron a fabricar sus propios explosivos, lo que explica sus ataques mortíferos en los últimos años; como la explosión en 2017 de un camión bomba, que causó 500 muertos en Mogadiscio.

Además, lograron ampliar sus operaciones a países vecinos, en particular a Kenia, que sufrió varios ataques devastadores en respuesta a su decisión de enviar tropas a Somalia en 2011. La más reciente, en enero 2019, llevada a cabo por un shebab de origen keniano contra un complejo de oficinas y el Hotel Dusit en Nairobi, que se saldó con la muerte de 21 personas.

Se espera que los 20.000 soldados de Amisom abandonen el país en 2021. Sin embargo, el ejército nacional somalí, formado de manera dispersa por el Reino Unido, Turquía y la Unión Europea, no está en condiciones de sustituirlos.

"No vemos emerger ninguna fuerza de seguridad coherente que pueda oponerse de manera creíble a los shebab, especialmente si las tropas se retiran", señala Matt Bryden.

Pero, para él, el principal obstáculo en la lucha contra los insurgentes es que ésta no es una prioridad para el gobierno central.

En lugar de ello, los dirigentes somalíes están participando en una lucha de influencia con Estados regionales para tratar de aumentar sus posibilidades de ser reelegidos, en vísperas de las legislativas previstas para 2020 y las presidenciales de 2021.

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