/ domingo 3 de diciembre de 2023

Contraluz | Romero Flores

El pasado 1 de noviembre se cumplieron 36 años del fallecimiento del último Diputado Constituyente de Querétaro, José Jesús Romero Flores quien aparte de representar a su estado, Michoacán en el magno Congreso en 1917 cumplió además de diversos cargos políticos, toda una vida dedicada a la docencia y a la redacción de pasajes de nuestra historia dirigidos esencialmente a la juventud con diversas biografías de significados personajes de la Independencia, la

Reforma y la Revolución, dejó para la posteridad sus “Anales Históricos de la Revolución Mexicana” en cuatro tomos.

Tenía casi 88 año años cuando estuvo en Querétaro por última vez.

Vino, junto con el entonces primer director general del Infonavit, Jesús Silva Herzog Flores a la inauguración de una escuela primaria en las inmediaciones del Cerro del Tambor donde aún se levantaba la Colonia Obrera.

Ahí habló ante el gobernador Antonio Calzada y ante decenas de padres de familia en aquella casi inhóspita ladera, donde sonriente y con voz aún firme conminó a autoridades, padres y maestros a trabajar unidos y siempre atentos al desarrollo y crecimiento de los niños en esa etapa esencial de la vida en que se siembra la semilla del bien, de la bondad, el respeto, el amor al aprendizaje, y la urbanidad para una convivencia social generosa. Dejó para el final un texto poético en el que arengaba el amor a la Patria.

Romero Flores había nacido en La Piedad, Michoacán, el 28 de abril de 1885 y se distinguió por su sencillez, su amor a su vocación de maestro y su anhelo de comunicar los esfuerzos de todo el pueblo mexicano por acceder a estadios mejores de vida mediante el respeto a las garantías individuales, la creación de instituciones fuertes y suficientes para dar cabal cumplimiento al sentido social de nuestra Carta Magna, y a su espíritu regenerador en un ambiente de unidad, de verdad y de respeto al Estado de Derecho.

Fue hijo de José Jesús Romero Amezcua y de María Flores habiendo cursado sus primeros estudios, en su natal Piedad, y la preparatoria en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo.

En octubre de 1905 empezó a ejercer el magisterio, sucesivamente en las escuelas primarias de Tangancícuaro; La Piedad, Mich., Valle de Santiago; y Celaya, Guanajuato; y en la Escuela "Pensador Mexicano", de la capital de la República.

En 1913 el gobernador de Michoacán Gertrudis G. Sánchez lo nombró Director General de Instrucción Públicay el 5 de mayo de 1915 fundó la Escuela Normal del estado de Michoacán. Un año después, en 1916 fue elegido Diputado al Congreso Constituyente que se reunió en nuestra ciudad de Querétaro y promulgó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Posteriormente ejerció como inspector escolar, fue elegido diputado al

Congreso de Michoacán y luego diputado federal a la XXXI Legislatura.

Después fue jefe del Departamento de Historia en el Museo Nacional y luego rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Fue además senador en 1964; en 1972 recibió la medalla “Maestro Altamirano” por sus cincuenta años de labor docente.

En el ínterin fue nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad

Michoacana y en 1976 le fue otorgada la Medalla Belisario

Domínguez, máximo galardón del Senado de la República.

Actualmente casas de la cultura, escuelas primarias y secundarias de casi todos los estados de la República llevan su nombre –aquí, en Huimilpan y Corregidora-, incluidas sobre todo entidades del centro del país como Ciudad de México, Michoacán, Estado de México, San Luis Potosí, Guanajuato, y varias más.

Don Jesús Romero Flores fue también Profesor de Historia en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México, y falleció como se dijo arriba en la ciudad de México, el 1 de noviembre de 1987 a los 102 años de edad.

Al abordar los tiempos post revolucionarios y la conjunción de corrientes que conformaron en unidad las bases para la elaboración de planes sexenales acotaba:

“Elaborar un programa lleno de utopías y sueños color de rosa, cual los que finge la imaginación de un poeta, es cosa relativamente fácil. Elaborar un programa lleno de promesas halagüeñas para atraer prosélitos, es cosa más fácil todavía. Pero estudiar un plan de gobierno dentro de las posibilidades de su realización, protegiendo las fuentes de producción y no cegándolas; estimulando la acción conjunta de las fuerzas vivas de un país, pero sin demagogia, y colocándose en el plano de la realidad de un país, es cosa harto difícil, que requiere el concurso de técnicos, de estadistas, de educadores y de políticos, en el más noble sentido de este vocablo”.

Tras el Plan Sexenal confeccionado y definido en Querétaro en 1933,

Romero Flores anotaba: “Desde ese momento el gobierno de México está sujeto, no al capricho de sus dirigentes, no a la voluntad más o menos pronta de quienes lo forman; pero ni siquiera al patrimonio generoso de su Ejecutivo, sino a algo que es más grande, más eficaz y poderoso: a la voluntad consciente y firme del pueblo y de un partido cuyos elementos están dispuestos a vigilar por que se cumplan uno a uno los puntos contenidos en el Plan y a exigir responsabilidades al funcionario que se aparte de la línea marcada por el Programa de Gobierno que se les ha señalado.

“Solamente de esta manera, añadía, podrá México encaminarse por el sendero del progreso efectivo, abandonando la hueca palabrería de los demagogos y farsantes que prometían, y tal vez sigan prometiendo, cosas absurdas con el sólo propósito de conquistar adeptos”.

A su enorme labor y entrega a la docencia y al conocimiento de nuestra historia, Romero Flores supo añadir escritos de relevancia como su ensayo sobre los “Corridos de la Revolución” y su reseña sobre las “Banderas Históricas Mexicanas”.

En fin, fue Romero Flores aparte de Constituyente de Querétaro en 1917 un hombre de trabajo constante, de esfuerzo en favor de la educación de la infancia y de la juventud, y sereno patriota que sin radicalismos ni mensajes de afrenta y descalificación, supo asumir con valor y disciplina la parte que le tocaba ante los retos de su tiempo.


El pasado 1 de noviembre se cumplieron 36 años del fallecimiento del último Diputado Constituyente de Querétaro, José Jesús Romero Flores quien aparte de representar a su estado, Michoacán en el magno Congreso en 1917 cumplió además de diversos cargos políticos, toda una vida dedicada a la docencia y a la redacción de pasajes de nuestra historia dirigidos esencialmente a la juventud con diversas biografías de significados personajes de la Independencia, la

Reforma y la Revolución, dejó para la posteridad sus “Anales Históricos de la Revolución Mexicana” en cuatro tomos.

Tenía casi 88 año años cuando estuvo en Querétaro por última vez.

Vino, junto con el entonces primer director general del Infonavit, Jesús Silva Herzog Flores a la inauguración de una escuela primaria en las inmediaciones del Cerro del Tambor donde aún se levantaba la Colonia Obrera.

Ahí habló ante el gobernador Antonio Calzada y ante decenas de padres de familia en aquella casi inhóspita ladera, donde sonriente y con voz aún firme conminó a autoridades, padres y maestros a trabajar unidos y siempre atentos al desarrollo y crecimiento de los niños en esa etapa esencial de la vida en que se siembra la semilla del bien, de la bondad, el respeto, el amor al aprendizaje, y la urbanidad para una convivencia social generosa. Dejó para el final un texto poético en el que arengaba el amor a la Patria.

Romero Flores había nacido en La Piedad, Michoacán, el 28 de abril de 1885 y se distinguió por su sencillez, su amor a su vocación de maestro y su anhelo de comunicar los esfuerzos de todo el pueblo mexicano por acceder a estadios mejores de vida mediante el respeto a las garantías individuales, la creación de instituciones fuertes y suficientes para dar cabal cumplimiento al sentido social de nuestra Carta Magna, y a su espíritu regenerador en un ambiente de unidad, de verdad y de respeto al Estado de Derecho.

Fue hijo de José Jesús Romero Amezcua y de María Flores habiendo cursado sus primeros estudios, en su natal Piedad, y la preparatoria en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo.

En octubre de 1905 empezó a ejercer el magisterio, sucesivamente en las escuelas primarias de Tangancícuaro; La Piedad, Mich., Valle de Santiago; y Celaya, Guanajuato; y en la Escuela "Pensador Mexicano", de la capital de la República.

En 1913 el gobernador de Michoacán Gertrudis G. Sánchez lo nombró Director General de Instrucción Públicay el 5 de mayo de 1915 fundó la Escuela Normal del estado de Michoacán. Un año después, en 1916 fue elegido Diputado al Congreso Constituyente que se reunió en nuestra ciudad de Querétaro y promulgó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Posteriormente ejerció como inspector escolar, fue elegido diputado al

Congreso de Michoacán y luego diputado federal a la XXXI Legislatura.

Después fue jefe del Departamento de Historia en el Museo Nacional y luego rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Fue además senador en 1964; en 1972 recibió la medalla “Maestro Altamirano” por sus cincuenta años de labor docente.

En el ínterin fue nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad

Michoacana y en 1976 le fue otorgada la Medalla Belisario

Domínguez, máximo galardón del Senado de la República.

Actualmente casas de la cultura, escuelas primarias y secundarias de casi todos los estados de la República llevan su nombre –aquí, en Huimilpan y Corregidora-, incluidas sobre todo entidades del centro del país como Ciudad de México, Michoacán, Estado de México, San Luis Potosí, Guanajuato, y varias más.

Don Jesús Romero Flores fue también Profesor de Historia en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México, y falleció como se dijo arriba en la ciudad de México, el 1 de noviembre de 1987 a los 102 años de edad.

Al abordar los tiempos post revolucionarios y la conjunción de corrientes que conformaron en unidad las bases para la elaboración de planes sexenales acotaba:

“Elaborar un programa lleno de utopías y sueños color de rosa, cual los que finge la imaginación de un poeta, es cosa relativamente fácil. Elaborar un programa lleno de promesas halagüeñas para atraer prosélitos, es cosa más fácil todavía. Pero estudiar un plan de gobierno dentro de las posibilidades de su realización, protegiendo las fuentes de producción y no cegándolas; estimulando la acción conjunta de las fuerzas vivas de un país, pero sin demagogia, y colocándose en el plano de la realidad de un país, es cosa harto difícil, que requiere el concurso de técnicos, de estadistas, de educadores y de políticos, en el más noble sentido de este vocablo”.

Tras el Plan Sexenal confeccionado y definido en Querétaro en 1933,

Romero Flores anotaba: “Desde ese momento el gobierno de México está sujeto, no al capricho de sus dirigentes, no a la voluntad más o menos pronta de quienes lo forman; pero ni siquiera al patrimonio generoso de su Ejecutivo, sino a algo que es más grande, más eficaz y poderoso: a la voluntad consciente y firme del pueblo y de un partido cuyos elementos están dispuestos a vigilar por que se cumplan uno a uno los puntos contenidos en el Plan y a exigir responsabilidades al funcionario que se aparte de la línea marcada por el Programa de Gobierno que se les ha señalado.

“Solamente de esta manera, añadía, podrá México encaminarse por el sendero del progreso efectivo, abandonando la hueca palabrería de los demagogos y farsantes que prometían, y tal vez sigan prometiendo, cosas absurdas con el sólo propósito de conquistar adeptos”.

A su enorme labor y entrega a la docencia y al conocimiento de nuestra historia, Romero Flores supo añadir escritos de relevancia como su ensayo sobre los “Corridos de la Revolución” y su reseña sobre las “Banderas Históricas Mexicanas”.

En fin, fue Romero Flores aparte de Constituyente de Querétaro en 1917 un hombre de trabajo constante, de esfuerzo en favor de la educación de la infancia y de la juventud, y sereno patriota que sin radicalismos ni mensajes de afrenta y descalificación, supo asumir con valor y disciplina la parte que le tocaba ante los retos de su tiempo.