En el crisol de la sociedad mexicana, la iniciativa privada juega un papel primario. La llamada IP somos todas las y los ciudadanos que participamos en la actividad productiva del país bajo los principios de libre empresa y libre competencia, que van desde los colaboradores operativos hasta los ejecutivos de las empresas, así como sus accionistas, quienes se autoemplean (servicios o actividad profesional independiente), los ejidatarios, etc.
La iniciativa privada no se limita solo a las actividades lucrativas, sino que se extiende a las no lucrativas, con muy diversos fines, como las fundaciones y organismos no gubernamentales. Es decir, todos aquellos que no obtienen sus ingresos por el presupuesto de cualquiera de los tres niveles de gobierno, que son los llamados burócratas.
Bajo una óptica de sinergia y de trabajo conjunto en favor de nuestro país, juntos, iniciativa privada y burocracia, ambos potentes, dignos y relevantes en su esencia, somos ciudadanía.
Lo que se explota mediáticamente como “el pueblo” no es otra cosa que las y los ciudadanos, todos quienes cumplimos con lo consagrado en el artículo 34 de nuestra Constitución Política.
Hacer trabajo en favor de nuestro país en todos los ámbitos es lo que también conocemos como participación ciudadana, que puede ir, desde la mejora de un parque hasta la propuesta de leyes o iniciativas que tengan el objetivo de sumar por el bienestar común.
Desafortunadamente, la participación ciudadana se ha reducido a un simple acto pasivo, pues muchas veces, desde la comodidad de nuestro celular o computadora, emitimos un comentario o una reacción en redes sociales, expresando nuestro malestar u opiniones sin un verdadero compromiso con el cambio.
Es hora de abandonar esta práctica, levantarnos de nuestro sillón y entender que el ejercicio de nuestros derechos y obligaciones como ciudadanos implica una movilización pacífica real, una participación activa que trascienda las fronteras virtuales y se materialice en acciones concretas.
Bajo el contexto político, social y hasta cultural de nuestros días, la participación ciudadana tiene un papel mayúsculo para defender nuestra democracia y el estado de Derecho, pues se requiere que nos unamos y levantemos la voz para exigir el cumplimiento cabal de nuestra Constitución.
A unos cuantos meses de las elecciones más complejas de nuestra historia, tengamos siempre presente que los representantes electos tienen la responsabilidad de respetar las instituciones que les otorgan su autoridad, y nosotros, como ciudadanos, debemos asegurarnos de que así sea.
El voto libre y secreto es el corazón de nuestro sistema electoral, pero nuestro compromiso con la democracia no se agota en las urnas. Debemos exigir procesos electorales transparentes y justos, que respeten los marcos regulatorios establecidos por el Instituto Nacional Electoral (INE). los cuales fueron forjados con el esfuerzo participativo de generaciones pasadas y que representan el consenso de diversas visiones del país con un objetivo común: salvaguardar los principios democráticos.
Luchemos por una sociedad altamente comprometida con su democracia, que es capaz, a través de acciones reales y no sólo virtuales, de alcanzar niveles de bienestar para todos y todas.
Es hora de movilizarnos pacíficamente, con determinación y unidad, para construir una democracia donde cada voz sea escuchada y cada ciudadano tenga el poder de influir en el futuro de nuestro país. Juntos, podemos hacer que nuestra democracia sea más fuerte y más inclusiva que nunca.
*Presidenta de Coparmex Querétaro