/ sábado 4 de mayo de 2024

Lo que no nos define | ¿Motor o freno para la economía?


Recientemente se publicó un artículo en The Economist que, a mi parecer, arroja luz sobre la creciente inmigración y sus grandes consecuencias económicas, mismas plantean un contexto de transformaciones profundas que demandan un análisis exhaustivo desde diversas perspectivas.

Desde el punto de vista económico, las cifras hablan por sí mismas: Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia han experimentado flujos migratorios sin precedentes en el último año, superando con creces los niveles habituales de la década pasada.

Este fenómeno tiene un impacto directo en la fuerza laboral y, por ende, en la economía de cada país. Según el FMI, la fuerza laboral extranjera en Estados Unidos ha aumentado un 9% desde principios de 2019, y en otros países como Reino Unido y Canadá el incremento es aproximadamente cinco veces mayor.

Este aumento también incide en aspectos como la inflación, los estándares de vida y los presupuestos gubernamentales. Sin embargo, lo que resulta notable en esta nueva ola es el cambio en el perfil de los migrantes.

Según se menciona, cada vez son más los trabajadores de baja cualificación que llegan a estos países, lo que plantea desafíos y oportunidades. Por un lado, se argumenta que la migración ayuda a contener la subida de precios al aliviar la escasez de mano de obra. Pero la evidencia al respecto es poca y, en ocasiones, contradictoria.

En ese sentido, parece ser que la relación entre la inmigración y el freno al crecimiento salarial es débil, aunque es innegable que los inmigrantes generan demanda al llegar a un país. A su vez, el impacto en el crecimiento económico también es ambivalente. Si bien el aumento de la población contribuye al PIB, también puede disminuirlo.

Sin duda este fenómeno plantea debates importantes sobre la sostenibilidad y los efectos a largo plazo. La preocupación por los trabajadores de baja cualificación y su impacto en los ingresos es válida, pero también es cierto que la diversificación de la fuerza laboral puede conducir a una mayor especialización y productividad.

En el ámbito de los servicios públicos, la llegada de nuevos participantes en el mercado puede generar presiones adicionales. La cuestión radica en si los nuevos llegados contribuyen positivamente a las arcas públicas a lo largo del tiempo. Si bien los inmigrantes cualificados suelen generar beneficios fiscales netos, el panorama es más complejo en el caso de los trabajadores poco cualificados, especialmente a medida que envejecen y acceden a servicios sociales.

En tales circunstancias, es evidente que la migración plantea desafíos multifacéticos que requieren políticas y enfoques integrales. La recepción de nuevas personas implica mucho más que simplemente permitir su entrada. Y aunque hoy me centré en el aspecto económico, este fenómeno también tiene una importante dimensión social, lo que subraya la importancia de una planificación estratégica y una respuesta apropiada a las necesidades y oportunidades que la migración conlleva.

¿O será el motor y no el freno lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario


Recientemente se publicó un artículo en The Economist que, a mi parecer, arroja luz sobre la creciente inmigración y sus grandes consecuencias económicas, mismas plantean un contexto de transformaciones profundas que demandan un análisis exhaustivo desde diversas perspectivas.

Desde el punto de vista económico, las cifras hablan por sí mismas: Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia han experimentado flujos migratorios sin precedentes en el último año, superando con creces los niveles habituales de la década pasada.

Este fenómeno tiene un impacto directo en la fuerza laboral y, por ende, en la economía de cada país. Según el FMI, la fuerza laboral extranjera en Estados Unidos ha aumentado un 9% desde principios de 2019, y en otros países como Reino Unido y Canadá el incremento es aproximadamente cinco veces mayor.

Este aumento también incide en aspectos como la inflación, los estándares de vida y los presupuestos gubernamentales. Sin embargo, lo que resulta notable en esta nueva ola es el cambio en el perfil de los migrantes.

Según se menciona, cada vez son más los trabajadores de baja cualificación que llegan a estos países, lo que plantea desafíos y oportunidades. Por un lado, se argumenta que la migración ayuda a contener la subida de precios al aliviar la escasez de mano de obra. Pero la evidencia al respecto es poca y, en ocasiones, contradictoria.

En ese sentido, parece ser que la relación entre la inmigración y el freno al crecimiento salarial es débil, aunque es innegable que los inmigrantes generan demanda al llegar a un país. A su vez, el impacto en el crecimiento económico también es ambivalente. Si bien el aumento de la población contribuye al PIB, también puede disminuirlo.

Sin duda este fenómeno plantea debates importantes sobre la sostenibilidad y los efectos a largo plazo. La preocupación por los trabajadores de baja cualificación y su impacto en los ingresos es válida, pero también es cierto que la diversificación de la fuerza laboral puede conducir a una mayor especialización y productividad.

En el ámbito de los servicios públicos, la llegada de nuevos participantes en el mercado puede generar presiones adicionales. La cuestión radica en si los nuevos llegados contribuyen positivamente a las arcas públicas a lo largo del tiempo. Si bien los inmigrantes cualificados suelen generar beneficios fiscales netos, el panorama es más complejo en el caso de los trabajadores poco cualificados, especialmente a medida que envejecen y acceden a servicios sociales.

En tales circunstancias, es evidente que la migración plantea desafíos multifacéticos que requieren políticas y enfoques integrales. La recepción de nuevas personas implica mucho más que simplemente permitir su entrada. Y aunque hoy me centré en el aspecto económico, este fenómeno también tiene una importante dimensión social, lo que subraya la importancia de una planificación estratégica y una respuesta apropiada a las necesidades y oportunidades que la migración conlleva.

¿O será el motor y no el freno lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario