/ martes 24 de mayo de 2022

¿Es normal decir groserías cuando nos enojamos? La UNAM tiene la respuesta

Existe la creencia general de que la expresión de groserías cuando se está molesto, tienen un efecto catártico o liberador

Los mexicanos en general conocemos un buen repertorio de groserías que normalmente aplicamos cuando nos enojamos, sin embargo, estamos conscientes del lugar en donde aplican pero no tomamos en cuenta que esto último nos podría meter en problemas.

De acuerdo con un estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el cerebro juega un papel crucial en la expresión o no de las palabras altisonantes aún y cuando nos encontremos enojados.

Te recomendamos: Encuentran diente de una denisovana en una cueva, ahora sabemos más de esta extinta especie humana

¿Efecto de catarsis o liberación?

Existe la creencia general de que la expresión de groserías cuando se está molesto, tienen un efecto catártico o liberador pero en realidad puede dar pie a mayores problemas, debido a la retroalimentación que puede generar.


Como todo ser vivo, los humanos tenemos manifestaciones de enojo como las tiene cualquier animal salvaje, sin embargo, es casi seguro que la expresión de groserías no sirva de nada ante un enojo o situación de amenaza.

En ese sentido, el académico Gerardo Sánchez Dinorín, de la Facultad de Psicología de la UNAM señala que para todos es conocido como los animales se manifiestan y pone de ejemplo a los gatos que arquean su espalda, erizan su pelo y sisean o los gorilas que levantan el pecho y muestran sus dientes en forma de amenaza.

El cerebro y las groserías

De acuerdo con ello y con base a los estudios, para entender el lenguaje altisonante, podemos hablar de dos partes del cerebro: una más antigua que corresponde al sistema límbico, la amígdala y los núcleos de la base.

Estos están en lo profundo del cerebro; y una más reciente, que corresponde a la corteza, es decir, todo lo que está en la parte externa.

Una de ellos es el sistema límbico que regula la motivación y la emoción, mientras que la corteza nos permite percibir, conocer, razonar y planear, estos dos sistemas están interconectados y funcionan juntos.

En cuanto a funciones lingüísticas, el hemisferio izquierdo se asocia con el orden, el uso gramatical, la semántica de las palabras y cómo las vamos ensamblando para dar significado. Por otro lado, el hemisferio derecho participa en la tonalidad de los mensajes y algunas automatizaciones, como las muletillas.

El papel social

El expresarse con groserías no es visto de manera apropiada por la sociedad y pueden considerarse ofensivas y de mal gusto por lo que se trata de evitarlas y “reservarlas” para situaciones o momentos adecuados.

Hay que considerar que, como cualquier otra palabra, son sólo ensambles arbitrarios de símbolos a los que les hemos atribuido un significado y no representan una amenaza directa que ponga en riesgo nuestra vida.

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De acuerdo con Sánchez Dinorín, investigador de la UNAM, es importante entender en qué contexto se presenta este lenguaje de groserías porque puede cambiar completamente su función. Hay estímulos que indican en qué momento sí o no usar estas palabras y es crucial considerar el efecto que pueden tener sobre nuestro comportamiento sin importar que estemos o no enojados.

Nota publicada en El Sol de Tampico

Los mexicanos en general conocemos un buen repertorio de groserías que normalmente aplicamos cuando nos enojamos, sin embargo, estamos conscientes del lugar en donde aplican pero no tomamos en cuenta que esto último nos podría meter en problemas.

De acuerdo con un estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el cerebro juega un papel crucial en la expresión o no de las palabras altisonantes aún y cuando nos encontremos enojados.

Te recomendamos: Encuentran diente de una denisovana en una cueva, ahora sabemos más de esta extinta especie humana

¿Efecto de catarsis o liberación?

Existe la creencia general de que la expresión de groserías cuando se está molesto, tienen un efecto catártico o liberador pero en realidad puede dar pie a mayores problemas, debido a la retroalimentación que puede generar.


Como todo ser vivo, los humanos tenemos manifestaciones de enojo como las tiene cualquier animal salvaje, sin embargo, es casi seguro que la expresión de groserías no sirva de nada ante un enojo o situación de amenaza.

En ese sentido, el académico Gerardo Sánchez Dinorín, de la Facultad de Psicología de la UNAM señala que para todos es conocido como los animales se manifiestan y pone de ejemplo a los gatos que arquean su espalda, erizan su pelo y sisean o los gorilas que levantan el pecho y muestran sus dientes en forma de amenaza.

El cerebro y las groserías

De acuerdo con ello y con base a los estudios, para entender el lenguaje altisonante, podemos hablar de dos partes del cerebro: una más antigua que corresponde al sistema límbico, la amígdala y los núcleos de la base.

Estos están en lo profundo del cerebro; y una más reciente, que corresponde a la corteza, es decir, todo lo que está en la parte externa.

Una de ellos es el sistema límbico que regula la motivación y la emoción, mientras que la corteza nos permite percibir, conocer, razonar y planear, estos dos sistemas están interconectados y funcionan juntos.

En cuanto a funciones lingüísticas, el hemisferio izquierdo se asocia con el orden, el uso gramatical, la semántica de las palabras y cómo las vamos ensamblando para dar significado. Por otro lado, el hemisferio derecho participa en la tonalidad de los mensajes y algunas automatizaciones, como las muletillas.

El papel social

El expresarse con groserías no es visto de manera apropiada por la sociedad y pueden considerarse ofensivas y de mal gusto por lo que se trata de evitarlas y “reservarlas” para situaciones o momentos adecuados.

Hay que considerar que, como cualquier otra palabra, son sólo ensambles arbitrarios de símbolos a los que les hemos atribuido un significado y no representan una amenaza directa que ponga en riesgo nuestra vida.

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De acuerdo con Sánchez Dinorín, investigador de la UNAM, es importante entender en qué contexto se presenta este lenguaje de groserías porque puede cambiar completamente su función. Hay estímulos que indican en qué momento sí o no usar estas palabras y es crucial considerar el efecto que pueden tener sobre nuestro comportamiento sin importar que estemos o no enojados.

Nota publicada en El Sol de Tampico

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