/ domingo 20 de octubre de 2019

El Cronista Sanjuanense

La Charrería en San Juan del Río


La reata chorrea en torno a la cabeza de la silla tanto como la tinta sobre las páginas que cuentan la historia de la Charrería, esa pasión por el caballo y el aire libre, esa tradición tan mexicana, el deporte nacional. Ese ejército de valientes con afanes recompensados, pues es creencia popular que cuan­do un charro mete el pie en el estribo toca el eslabón más importante para llegar al cielo.

El charro es un símbolo de nuestra mexi­canidad. Desde una perspectiva histórica, esta peculiar figura se remonta a la época de la Colonia, cuando se originaron las haciendas de eco­nomía mixta -agrícola-ganadera- conocidas como estancias o ranchos. Sin embargo, el primer contacto de los pobladores indígenas de América con el caballo se remonta a la época de la Conquista.

En realidad no hay documentos que certifiquen el surgimiento de la charrería como acta de nacimiento con fecha y lugar indiscutibles, tal vez porque, como sucede con frecuencia, esta práctica de la gente del campo surgió simultáneamente en más de un punto del territorio de México, por el hecho de que las ahora llamadas “suertes cha­rras” nacieron de iguales necesidades de trabajo realizadas en condiciones similares; las suertes de la charrería vienen a ser las mismas faenas realiza­das en el campo, pero embellecidas por el arte.

Por lo que corresponde a la región central del país, al inicio de la etapa colonial los dueños de estancias en el hoy Estado de México, satu­radas de ganados, despoblaron muchas de ellas trasladando sus rebaños a la inmensa zona comprendida entre San Juan del Río y Zacatecas; casi al mismo tiempo de ese avance del ganado sobrevino el descubrimiento de las ricas minas de Zacatecas y Guanajuato a mediados del siglo XVI.

Para el siglo XX, después de un largo desarrollo, los diversos gru­pos charros que ya se reunían con cierta regularidad en México para com­petencias informales pero no menos exigentes que las de ahora, finalmente se constituyeron en asociaciones legalizadas, es así que se funda la Asociación Nacional de Charros el 4 de junio de 1921 a la que le siguió la afa­mada Asociación de Charros de San Juan del Río el mero 12 de diciembre de 1922. Después vinieron la Sociedad Potosina de Charros –en forma independiente- el 29 de abril de 1923 y como filiales de la nacional nacen las de Morelia y Puebla el 12 de octubre del mismo año. Finalmente se forma con estas un comité para agruparlas y organizarlas: la Confederación Nacional de Charros.

En el estado de Querétaro, la primera asociación charra fue la de San Juan del Río, encabezada por la autoridad política de la demarcación y por el jefe militar de la zona. Sus fundadores fueron los señores Rocardo L. Monroy Vélez, Ignacio García, Manuel Martínez Cortés, Adrián R. Arlit, Carlos Martínez, Enrique Herrera, Enrique Martínez Renaud, Baltazar Trejo, Luis Gómez, Gilberto B. Muñoz, Joaquín Ruiz Olloqui, Mateo Ordaz, Teófilo Gómez, Vicente Layseca, Bernardo Ramírez, Justiniano Segura, Herón Arciniega, Francisco Lavín, Eusebio Helguera, Julián Yarza, Perfecto Dorantes, Apolonio García, José Yarza, Manuel Borbolla, Ildefonso de la Peña, Ramón Lorence, Jesús Muñoz, Rodolfo Monroy Vélez, José L. Ayala, Francisco G. González y Luis L. Rábago, así lo expone su acta constitutiva.

Importante es el hecho de que la LVII Legislatura de Querétaro, declaró a la Charrería como Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado, en un acuerdo publicado el 18 de octubre de 2013 en el periódico oficial La Sombra de Arteaga, pero también de importancia para el mundo el que la Charrería reci­bió el nombramiento de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad el 19 de septiembre de 2017, por su transversalidad, como conocimiento vivo en simbiosis con la naturaleza, su entorno y su sociedad.

La Charrería en San Juan del Río


La reata chorrea en torno a la cabeza de la silla tanto como la tinta sobre las páginas que cuentan la historia de la Charrería, esa pasión por el caballo y el aire libre, esa tradición tan mexicana, el deporte nacional. Ese ejército de valientes con afanes recompensados, pues es creencia popular que cuan­do un charro mete el pie en el estribo toca el eslabón más importante para llegar al cielo.

El charro es un símbolo de nuestra mexi­canidad. Desde una perspectiva histórica, esta peculiar figura se remonta a la época de la Colonia, cuando se originaron las haciendas de eco­nomía mixta -agrícola-ganadera- conocidas como estancias o ranchos. Sin embargo, el primer contacto de los pobladores indígenas de América con el caballo se remonta a la época de la Conquista.

En realidad no hay documentos que certifiquen el surgimiento de la charrería como acta de nacimiento con fecha y lugar indiscutibles, tal vez porque, como sucede con frecuencia, esta práctica de la gente del campo surgió simultáneamente en más de un punto del territorio de México, por el hecho de que las ahora llamadas “suertes cha­rras” nacieron de iguales necesidades de trabajo realizadas en condiciones similares; las suertes de la charrería vienen a ser las mismas faenas realiza­das en el campo, pero embellecidas por el arte.

Por lo que corresponde a la región central del país, al inicio de la etapa colonial los dueños de estancias en el hoy Estado de México, satu­radas de ganados, despoblaron muchas de ellas trasladando sus rebaños a la inmensa zona comprendida entre San Juan del Río y Zacatecas; casi al mismo tiempo de ese avance del ganado sobrevino el descubrimiento de las ricas minas de Zacatecas y Guanajuato a mediados del siglo XVI.

Para el siglo XX, después de un largo desarrollo, los diversos gru­pos charros que ya se reunían con cierta regularidad en México para com­petencias informales pero no menos exigentes que las de ahora, finalmente se constituyeron en asociaciones legalizadas, es así que se funda la Asociación Nacional de Charros el 4 de junio de 1921 a la que le siguió la afa­mada Asociación de Charros de San Juan del Río el mero 12 de diciembre de 1922. Después vinieron la Sociedad Potosina de Charros –en forma independiente- el 29 de abril de 1923 y como filiales de la nacional nacen las de Morelia y Puebla el 12 de octubre del mismo año. Finalmente se forma con estas un comité para agruparlas y organizarlas: la Confederación Nacional de Charros.

En el estado de Querétaro, la primera asociación charra fue la de San Juan del Río, encabezada por la autoridad política de la demarcación y por el jefe militar de la zona. Sus fundadores fueron los señores Rocardo L. Monroy Vélez, Ignacio García, Manuel Martínez Cortés, Adrián R. Arlit, Carlos Martínez, Enrique Herrera, Enrique Martínez Renaud, Baltazar Trejo, Luis Gómez, Gilberto B. Muñoz, Joaquín Ruiz Olloqui, Mateo Ordaz, Teófilo Gómez, Vicente Layseca, Bernardo Ramírez, Justiniano Segura, Herón Arciniega, Francisco Lavín, Eusebio Helguera, Julián Yarza, Perfecto Dorantes, Apolonio García, José Yarza, Manuel Borbolla, Ildefonso de la Peña, Ramón Lorence, Jesús Muñoz, Rodolfo Monroy Vélez, José L. Ayala, Francisco G. González y Luis L. Rábago, así lo expone su acta constitutiva.

Importante es el hecho de que la LVII Legislatura de Querétaro, declaró a la Charrería como Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado, en un acuerdo publicado el 18 de octubre de 2013 en el periódico oficial La Sombra de Arteaga, pero también de importancia para el mundo el que la Charrería reci­bió el nombramiento de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad el 19 de septiembre de 2017, por su transversalidad, como conocimiento vivo en simbiosis con la naturaleza, su entorno y su sociedad.