/ jueves 25 de abril de 2024

El toque femenino | Querétaro: micromachismos


Hace varias décadas pasé las fiestas navideñas en Ayutla, un municipio del estado de Jalisco, de donde era oriundo Alfonso, mi abuelo paterno, fue un fin de año muy especial ya que viví y descubrí la vida del campo, rodeada de montes, árboles frutales, caballos, vacas y leche bronca pero sobre todo fue un momento único para convivir y conocer a mis primos de los que antes de ese viaje no sabía ni siquiera sus nombres.

Evidentemente también me tocó adecuarme a algunas costumbres arraigadas en ese lugar por ejemplo; el domingo nos arreglábamos muy lindas mi prima Noemi y yo y nos íbamos al igual que todas las mujeres, adolescentes o solteras del pueblo, al kiosco y ahí formábamos dos círculos, uno giraba la izquierda, el de las mujeres y el otro a la derecha, el de los hombres y así dábamos vueltas durante varias horas platicando o tomando un helado y me quedó claro que la finalidad de dicha usanza era que los hombres vieran de frente a las mujeres para poder elegir a la “afortunada” a la que comenzarían a cortejar hasta que algún domingo la cambiaran por otra que les gustara más.

Al otro día jugando en la calle con una niña a la que llamaban Jana que tenía 11 años igual que yo, escuché una voz de hombre que enérgicamente le gritaba “Jana ven a servirles la comida a tus hermanos y después tienes mucha ropa que lavar por que acaban de llegar de trabajar, corre niña que tienes que atendernos”, yo me quedé paralizada y sentí que me me hervía la sangre del coraje, corrí para alcanzar a Jana, la tomé del brazo y le dije: oye, por qué tienes tú que servirles? que se sirvan ellos y que también ellos laven su ropa, Jana me volteó a ver con espanto, quitó mi mano de su brazo y se metió a toda prisa a su casa, desde ese día nunca volvió a salir a jugar y si me la encontraba en la calle bajaba la cara para no saludarme ante la mirada vigilante de sus padres, supongo que le prohibieron juntarse con la niña citadina que hablaba mucho.

Después de muchos años pude darle nombre a lo que observé en esas vacaciones y que no es privativo de las pequeñas poblaciones de provincia ya que sucede en las grandes ciudades, en las calles, en los trabajos, en las escuelas y en todos lados, ahí están aunque a veces no queramos verlos o los hayamos adoptado y normalizado como parte de la convivencia entre hombres y mujeres, se llaman “Micromachismos” y son un tipo de violencia tan sútil y tan arraigada que puede pasar desapercibida por que hemos crecido con esta palabras, creencias o acciones y que reflejan y siguen perpetuando las actitudes machistas.

Seguro que te ha pasado, seguro que has escuchado:

“Mujer al volante peligro constante”

“A la mujer en casa nada le pasa”

“Vieja, tu hijo tiene hambre”

“Detrás de un gran hombre hay una gran mujer” “¿Y tú, para qué quieres estudiar?

“Para que veas que te quiero te ayudo a lavar los platos” “Ella se lo buscó”, etc

Probablemente has notado que casi no hay baños de hombres con cambiadores para bebés porque históricamente crecimos pensando que las que cambian pañales somos las mujeres, no los hombres.

Además de estos ejemplos existen otro tipo de micromachismos podremos decir que más actuales pero igual de violentos como el Mansplaining; que no es más que un hombre cuestionando tu conocimiento sobre un tema y que intenta iluminarte con su sabiduría o el Manterrupting; cuando un hombre interrumpe innecesariamente a una mujer cuando está hablando por que decide que está acaparando la atención, también es terrible el llamado Gaslighting un abuso psicológico en el que el hombre hace dudar a la mujer sobre su propia realidad o de sus actos o la apropiación de ideas que tiene una mujer por parte un hombre conocido como Bropiating.

Estoy segura que muchos hombres no tienen idea de que aplican esos micromachismos porque simplemente siguen el ejemplo y les parece común actuar o decir este tipo de cosas por eso creo que hay que hacer visible lo que parece invisible, que es responsabilidad de todos en esta sociedad implementar una educación basada en la igualdad para convertirnos en agentes de cambio y no de continuidad de la violencia.



Hace varias décadas pasé las fiestas navideñas en Ayutla, un municipio del estado de Jalisco, de donde era oriundo Alfonso, mi abuelo paterno, fue un fin de año muy especial ya que viví y descubrí la vida del campo, rodeada de montes, árboles frutales, caballos, vacas y leche bronca pero sobre todo fue un momento único para convivir y conocer a mis primos de los que antes de ese viaje no sabía ni siquiera sus nombres.

Evidentemente también me tocó adecuarme a algunas costumbres arraigadas en ese lugar por ejemplo; el domingo nos arreglábamos muy lindas mi prima Noemi y yo y nos íbamos al igual que todas las mujeres, adolescentes o solteras del pueblo, al kiosco y ahí formábamos dos círculos, uno giraba la izquierda, el de las mujeres y el otro a la derecha, el de los hombres y así dábamos vueltas durante varias horas platicando o tomando un helado y me quedó claro que la finalidad de dicha usanza era que los hombres vieran de frente a las mujeres para poder elegir a la “afortunada” a la que comenzarían a cortejar hasta que algún domingo la cambiaran por otra que les gustara más.

Al otro día jugando en la calle con una niña a la que llamaban Jana que tenía 11 años igual que yo, escuché una voz de hombre que enérgicamente le gritaba “Jana ven a servirles la comida a tus hermanos y después tienes mucha ropa que lavar por que acaban de llegar de trabajar, corre niña que tienes que atendernos”, yo me quedé paralizada y sentí que me me hervía la sangre del coraje, corrí para alcanzar a Jana, la tomé del brazo y le dije: oye, por qué tienes tú que servirles? que se sirvan ellos y que también ellos laven su ropa, Jana me volteó a ver con espanto, quitó mi mano de su brazo y se metió a toda prisa a su casa, desde ese día nunca volvió a salir a jugar y si me la encontraba en la calle bajaba la cara para no saludarme ante la mirada vigilante de sus padres, supongo que le prohibieron juntarse con la niña citadina que hablaba mucho.

Después de muchos años pude darle nombre a lo que observé en esas vacaciones y que no es privativo de las pequeñas poblaciones de provincia ya que sucede en las grandes ciudades, en las calles, en los trabajos, en las escuelas y en todos lados, ahí están aunque a veces no queramos verlos o los hayamos adoptado y normalizado como parte de la convivencia entre hombres y mujeres, se llaman “Micromachismos” y son un tipo de violencia tan sútil y tan arraigada que puede pasar desapercibida por que hemos crecido con esta palabras, creencias o acciones y que reflejan y siguen perpetuando las actitudes machistas.

Seguro que te ha pasado, seguro que has escuchado:

“Mujer al volante peligro constante”

“A la mujer en casa nada le pasa”

“Vieja, tu hijo tiene hambre”

“Detrás de un gran hombre hay una gran mujer” “¿Y tú, para qué quieres estudiar?

“Para que veas que te quiero te ayudo a lavar los platos” “Ella se lo buscó”, etc

Probablemente has notado que casi no hay baños de hombres con cambiadores para bebés porque históricamente crecimos pensando que las que cambian pañales somos las mujeres, no los hombres.

Además de estos ejemplos existen otro tipo de micromachismos podremos decir que más actuales pero igual de violentos como el Mansplaining; que no es más que un hombre cuestionando tu conocimiento sobre un tema y que intenta iluminarte con su sabiduría o el Manterrupting; cuando un hombre interrumpe innecesariamente a una mujer cuando está hablando por que decide que está acaparando la atención, también es terrible el llamado Gaslighting un abuso psicológico en el que el hombre hace dudar a la mujer sobre su propia realidad o de sus actos o la apropiación de ideas que tiene una mujer por parte un hombre conocido como Bropiating.

Estoy segura que muchos hombres no tienen idea de que aplican esos micromachismos porque simplemente siguen el ejemplo y les parece común actuar o decir este tipo de cosas por eso creo que hay que hacer visible lo que parece invisible, que es responsabilidad de todos en esta sociedad implementar una educación basada en la igualdad para convertirnos en agentes de cambio y no de continuidad de la violencia.