/ jueves 16 de mayo de 2024

El toque femenino | Sembrando semillas de conocimiento 


Comencemos esta columna con la palabra “gracias” por que es la primera que me viene a la mente y la más justa cuando pienso en esos seres que dedican su vida a enseñar y educar, a quienes sin ningún egoísmo comparten su sabiduría convirtiendo a las nuevas generaciones en motores de desarrollo y crecimiento de la sociedad; los maestros.

Estoy segura que si repasamos todas las etapas de nuestra vida estudiantil, recordaremos a maestros que nos marcaron e incluso impulsaron los primeros pasos de sueños y metas para elegir lo que seríamos “Cuando fuéramos grandes” por que sí, es innegable que sin la labor de muchos de quienes dedican su vida a la docencia no sería posible ser lo que hoy somos, aprendimos a leer, a escribir y a pensar de una manera que pareciera tan natural que quizá hemos olvidado cómo ellos fueron sembrando las primeras semillas del conocimiento.

En la gran mayoría de los casos, (aunque debiera ser en todos) y en nuestros primeros años como estudiantes los maestros representan un apego seguro, una extensión de lo que vivimos en el hogar y cuando el entorno familiar no es favorable son también un apoyo importantísimo para no sentirnos tan solos.

Los maestros además de enseñarnos materias generales también coadyuvan a cimentar valores como honestidad, lealtad y respeto que nos hacen únicos al relacionarnos en sociedad.

En muchos casos son justamente ellos quienes detectan habilidades y fortalezas que poseemos de manera natural y que proporcionando las herramientas necesarias para fortalecerlas nos dan ese empujón necesario para lograr un resultado extraordinario.

Recuerdo en especial a dos profesores que son el claro ejemplo de la combinación entre conocimiento y valores.

A ambos tuve la fortuna de conocerlos cuando cursaba la secundaria y sin duda representaron un momento que cambió mi manera de pensar, de ver la vida y mi futuro.

Rosibel era una profesora de biología de la cual solo esperaba aprender sobre el cuerpo humano, sin embargo al cabo de unos meses le encargaron desarrollar un proyecto de concientización sobre un tema que en aquella década de los 80´s era muy preocupante; la contaminación del aire, por lo que decidió reproducir un noticiero de televisión con todo, artistas, invitados y comerciales, enfocados a hablar sobre la manera en que afectan en nuestra vida los distintos tipos de contaminación, la auditiva, la visual además de la atmosférica.

Al elegir a cada una de las participantes después de analizar nuestras aptitudes, me pidió que me levantara de mi asiento por que era la elegida para conducir ese programa y nunca voy a olvidar sus palabras “Ana tu tienes un don especial para comunicar tus ideas y hablar frente al público, cuando crezcas creo que tu serás una excelente conductora” esas palabras sin duda me sorprendieron y motivaron y al paso de los años es justamente a lo que me dedico, a la comunicación que es mi gran pasión y fue esa maestra quién lo puso por primera vez sobre mi mesa.

El segundo era un profesor llamado Sabás, era una persona muy inteligente y místico sin ser religioso, y de él recuerdo perfectamente que al notar que estaba bajando mi desempeño escolar y suponiendo que el motivo era el “primer amor” me dijo muy serio; Ana debes tener claro que el amor más grande de tu vida debes ser tú porque contigo pasarás todos los días de tu existencia y seguramente vas a conocer a muchos hombres “cari lindos” pero debes elegir bien a quién entregar tu corazón, existe una ley de vida que no está escrita en ningún lado pero que es totalmente cierta: Fíjate como trata a su madre, que la ame y la respete porque “Un hombre que es un buen hijo, siempre resultará un excelente esposo y un inmejorable padre”, así que elige bien con quién te relacionas, que coincidan en valores y en educación por que de eso va a depender tu vida en pareja cuando decidas formarla. En ese momento no lo entendí muy bien pero a lo largo de los años sus sabias palabras persisten en mi memoria claramente ciertas.

Sé bien que nunca sobrarán las palabras de agradecimiento y reconocimiento para nuestros profesores por eso esta columna va con dedicatoria especial para ellos, para los que estuvieron, para los que están y para los maestros que vendrán.



Comencemos esta columna con la palabra “gracias” por que es la primera que me viene a la mente y la más justa cuando pienso en esos seres que dedican su vida a enseñar y educar, a quienes sin ningún egoísmo comparten su sabiduría convirtiendo a las nuevas generaciones en motores de desarrollo y crecimiento de la sociedad; los maestros.

Estoy segura que si repasamos todas las etapas de nuestra vida estudiantil, recordaremos a maestros que nos marcaron e incluso impulsaron los primeros pasos de sueños y metas para elegir lo que seríamos “Cuando fuéramos grandes” por que sí, es innegable que sin la labor de muchos de quienes dedican su vida a la docencia no sería posible ser lo que hoy somos, aprendimos a leer, a escribir y a pensar de una manera que pareciera tan natural que quizá hemos olvidado cómo ellos fueron sembrando las primeras semillas del conocimiento.

En la gran mayoría de los casos, (aunque debiera ser en todos) y en nuestros primeros años como estudiantes los maestros representan un apego seguro, una extensión de lo que vivimos en el hogar y cuando el entorno familiar no es favorable son también un apoyo importantísimo para no sentirnos tan solos.

Los maestros además de enseñarnos materias generales también coadyuvan a cimentar valores como honestidad, lealtad y respeto que nos hacen únicos al relacionarnos en sociedad.

En muchos casos son justamente ellos quienes detectan habilidades y fortalezas que poseemos de manera natural y que proporcionando las herramientas necesarias para fortalecerlas nos dan ese empujón necesario para lograr un resultado extraordinario.

Recuerdo en especial a dos profesores que son el claro ejemplo de la combinación entre conocimiento y valores.

A ambos tuve la fortuna de conocerlos cuando cursaba la secundaria y sin duda representaron un momento que cambió mi manera de pensar, de ver la vida y mi futuro.

Rosibel era una profesora de biología de la cual solo esperaba aprender sobre el cuerpo humano, sin embargo al cabo de unos meses le encargaron desarrollar un proyecto de concientización sobre un tema que en aquella década de los 80´s era muy preocupante; la contaminación del aire, por lo que decidió reproducir un noticiero de televisión con todo, artistas, invitados y comerciales, enfocados a hablar sobre la manera en que afectan en nuestra vida los distintos tipos de contaminación, la auditiva, la visual además de la atmosférica.

Al elegir a cada una de las participantes después de analizar nuestras aptitudes, me pidió que me levantara de mi asiento por que era la elegida para conducir ese programa y nunca voy a olvidar sus palabras “Ana tu tienes un don especial para comunicar tus ideas y hablar frente al público, cuando crezcas creo que tu serás una excelente conductora” esas palabras sin duda me sorprendieron y motivaron y al paso de los años es justamente a lo que me dedico, a la comunicación que es mi gran pasión y fue esa maestra quién lo puso por primera vez sobre mi mesa.

El segundo era un profesor llamado Sabás, era una persona muy inteligente y místico sin ser religioso, y de él recuerdo perfectamente que al notar que estaba bajando mi desempeño escolar y suponiendo que el motivo era el “primer amor” me dijo muy serio; Ana debes tener claro que el amor más grande de tu vida debes ser tú porque contigo pasarás todos los días de tu existencia y seguramente vas a conocer a muchos hombres “cari lindos” pero debes elegir bien a quién entregar tu corazón, existe una ley de vida que no está escrita en ningún lado pero que es totalmente cierta: Fíjate como trata a su madre, que la ame y la respete porque “Un hombre que es un buen hijo, siempre resultará un excelente esposo y un inmejorable padre”, así que elige bien con quién te relacionas, que coincidan en valores y en educación por que de eso va a depender tu vida en pareja cuando decidas formarla. En ese momento no lo entendí muy bien pero a lo largo de los años sus sabias palabras persisten en mi memoria claramente ciertas.

Sé bien que nunca sobrarán las palabras de agradecimiento y reconocimiento para nuestros profesores por eso esta columna va con dedicatoria especial para ellos, para los que estuvieron, para los que están y para los maestros que vendrán.