/ viernes 11 de marzo de 2022

Contraluz | Episodios y Futbol

1. 1991: Estamos en plena campaña para la gubernatura de Querétaro. La actividad es más que intensa. Hemos recorrido el estado casi tres veces y las elecciones que serán el mes que entra, agosto, se ven distantes.

Con el candidato, Enrique Burgos García, hemos llegado al barrio de La Trinidad. Los lugareños se acercan confiados y saludan. Una comitiva de lugareños recibe al candidato. Todo es muy sencillo, no hay matracas, ni pancartas ni estridencia alguna. No hay estrado, en la campaña nunca ha habido; sólo una hilera de sillas dispuestas a nivel del piso espera a los visitantes. Frente a ésta, el sillerío bien dispuesto está lleno de vecinos, muchos de ellos no han alcanzado asiento y se mantienen de pie. No hay lonas ni mantas que mitiguen un poco el sol que ya declina hacia el poniente.

Hay discursos de bienvenida breves y sencillos. Luego el candidato escucha a varios vecinos plantear necesidades y problemas. Entre ellos una señora alza la voz y muy seria expresa: “hemos tenido atención en los últimos tiempos. El gobernador Mariano nos ha ayudado en arreglar calles, en meter drenaje, en limpiar y desmontar baldíos en levantar canchas deportivas. Todo muy bien… pero no (se le quiebra la voz). Creíamos que con las canchas y las becas que se dan nuestros hijos iban a tener mejores condiciones y mejores sentimientos, lo primero sí, pero lo segundo no. Y ahora pensamos que quienes hemos fallado hemos sido los padres y las madres.

Continúa el pandillerismo, el alcoholismo atrapa a muchos, y ahora las drogas los dañan cada día más. Las canchas, las becas y los apoyos sí sirven, pero creemos humildemente que los papás y las mamás hemos fallado. No sabemos qué hacer. Cada día hay más violencia y menos orden y civilidad. Creemos que a lo mejor hay una solución: le pedimos licenciado Burgos que cuando sea gobernador haga escuelas para padres o algo así. Porque hoy no sabemos qué hacer ni cómo dirigir a nuestros hijos sobre todo cuando son adolescentes y jóvenes, para que con el tiempo sean gentes de bien y de provecho.

2. 1994: Es agosto de 1994. Año difícil y políticamente problemático: levantamiento en Chiapas, asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu. En Querétaro se termina un sistema de agua que dará servicio a 20 poblaciones y se inaugura en Taxhidó, zona de manantiales que paradójicamente no beneficiaban directamente a muchas familias.

El gobernador Enrique Burgos llega a esta comunidad de Cadereyta y la gente se desborda en manifestaciones de alegría, gratitud y aplausos. Todo está listo para que llegue el agua limpia a la comunidad –por cierto, a través de una tubería donada por Pemex-. Con sencillez el gobernador Burgos abre la llave y aparece el chorro de agua que llena una pila y se desborda. La gente del pueblo se alza feliz. Aplaude, recoge agua y la toma, con las manos hace cuencos y la lanza a sus caras. Muchos se mojan y danzan en círculos breves con las manos en alto mientras sonríen y carcajean sin pena… felices. De pronto, una mujer anciana con rebozo echado sobre la cabeza y los hombros se acerca al gobernador Burgos, le tiende con timidez un brazo sobre su espalda y en susurro le dice “Gracias, gobernador Enrique; gracias por la obra del agua; pero ahora ¿qué vamos a hacer con el problema? – Perdón, pero no le entiendo bien cuál es el problema, abuelita- contesta Burgos mirándola a los ojos y en el mismo tono casi de secrecía con que fue inquirido. Y aquélla responde: - Pues los muchachos, gobernador. ¿Qué van a hacer ahora con todo ese tiempo que empleaban para ir por el agua? Hasta ahora iban por ella pardeando la tarde, cargando botes y maromas mientras caminaban y platicaban entre ellos; se ejercitaban con el sol ya bajo, hablaban de sus cosas y de sus tareas; pateaban piedras y cazaban lagartijas y ranas, a veces hasta conejos; era todo el tiempo de ellos y hacían algo de provecho para sus casas, ir por el agua para lavar, para bañarse, para los trastos, para la ropa. ¿Qué van a hacer ahora en la tarde? Ahora pueden llenarse de ocio y el ocio es mal consejero… - Es importante lo que me dice abuelita. Pensaré qué puede hacerse para que todo esté mejor. ¿Usted tiene algo pensado? – Sí. Más escuela. O algún oficio que les enseñen; cosas del campo y del ganado; música, carpintería, talleres…

Al fondo, la comunidad reía, celebraba y se empapaba. El agua limpia había llegado a sus casas.

3. Me gusta el futbol. Me encanta. Desde niño fui a ver partidos de los Gallos Blancos en el Estadio Municipal. Eran los tiempos del “Tomate” Hernández; del “Charro” Casimiro; del “Pelón” Nila; del “Negro” Álvarez. Siempre había porras, tambores y música de viento. Había “piques” que no pasaban a mayores con el Morelia y el Celaya. Me contaban entonces que varios de los jugadores laboraban en fábricas como Concordia, Carnation, Singer y otras que estaban en la Carretera a San Luis Kilómetro 7.5, y que sus patrones les daban chance de ir a entrenar dos o tres veces por semana.

Varias veces estuvieron a punto de ascender a la primera división pero fallaban en el último partido: ante Monterrey, Atlante –tres veces- y creo que ante Celaya en alguna ocasión.

La primera bronca grande que recuerdo fue en una final contra el Atlante cuando en el Estadio Municipal los Gallos cayeron ante el equipo capitalino. Aunque hubo violencia, por fortuna la policía pudo calmar a los rijosos y protegió con eficacia a la porra visitante.

4. 2006. octubre: Mi amigo Eduardo Morales (q.e.p.d.) me convenció de ir al Estadio Corregidora a ver el partido de Gallos Blancos que recibía al América. Hacía tiempo que no iba al estadio y acepté con gusto la invitación.

Las tribunas rebozaron de aficionados al igual que palcos y plateas. El ambiente fue festivo aunque el partido no fue precisamente memorable. Los Gallos Blancos, con gol de Emilio Mora derrotaron a los capitalinos que tenían al “Flaco” Alfredo Tena como entrenador y a Cuauhtémoc Blanco como su ícono popular.

La afición en el estadio estuvo dividida. Se sabe que el América tiene aquí a buen número de seguidores, así que en las tribunas hubo equilibrio. Hubo pasión, pero no se desbordó. La afición salió contenta. Ya afuera del coso, sin embargo, hubo algo que me llamó profundamente la atención: los gritos destemplados, insultantes, llenos de furia y algo parecido al odio que decenas de menores acompañados de sus papás, prodigaron, detrás de una malla, a los jugadores visitantes, en especial a Cuauhtémoc Blanco y a Matías Vuoso que salieron al estacionamiento después de la “conferencia de prensa”. Eran niños de 10 o 12 años iracundos y frenéticos con rostros desencajados a quienes alguien había robado su infancia y su inocencia al sembrarles semillas de odio, violencia y ridícula arrogancia.

Recordé esos episodios el sábado pasado, después de la terrible y vergonzosa exhibición de violencia en el Estadio Corregidora. Rememoré que la Escuela Para Padres solicitada a Enrique Burgos en el barrio de La Trinidad sí se echó a andar en un exitoso programa piloto que luego, en alguna administración posterior, fue eliminado. También que se fundó un centro, dependiente del DIF que se llamaba Meced, de rehabilitación para adolescentes que habían caído en la drogadicción, y que también fue desaparecido. Además se suprimió el Centro de Capacitación para la Mujer Campesina del DIF que preparaba a jóvenes mujeres quienes retornaban a sus lugares de origen para realizar labores docentes y sociales –huertos familiares, panadería, corte, etc.- al mando de las presidencias municipales. En definitiva, tras los hechos del fatídico sábado pasado, creo que queda claro que los más grandes problemas a resolver en el

Querétaro de hoy siguen siendo: más educación para todos los niños y jóvenes, incluido el esencial testimonio y compromiso de los padres y las madres; y más seguridad para todos.

* El pasado martes 8 falleció el fino futbolista Tomás Boy quien anotara el primer gol en el Estadio Corregidora inaugurado por el presidente Miguel de la Madrid el 5 de febrero de 1985. En dicho encuentro México derrotó 5-0 a Polonia. Descanse en paz quien fuera también técnico de Gallos Blancos y varios equipos más.


1. 1991: Estamos en plena campaña para la gubernatura de Querétaro. La actividad es más que intensa. Hemos recorrido el estado casi tres veces y las elecciones que serán el mes que entra, agosto, se ven distantes.

Con el candidato, Enrique Burgos García, hemos llegado al barrio de La Trinidad. Los lugareños se acercan confiados y saludan. Una comitiva de lugareños recibe al candidato. Todo es muy sencillo, no hay matracas, ni pancartas ni estridencia alguna. No hay estrado, en la campaña nunca ha habido; sólo una hilera de sillas dispuestas a nivel del piso espera a los visitantes. Frente a ésta, el sillerío bien dispuesto está lleno de vecinos, muchos de ellos no han alcanzado asiento y se mantienen de pie. No hay lonas ni mantas que mitiguen un poco el sol que ya declina hacia el poniente.

Hay discursos de bienvenida breves y sencillos. Luego el candidato escucha a varios vecinos plantear necesidades y problemas. Entre ellos una señora alza la voz y muy seria expresa: “hemos tenido atención en los últimos tiempos. El gobernador Mariano nos ha ayudado en arreglar calles, en meter drenaje, en limpiar y desmontar baldíos en levantar canchas deportivas. Todo muy bien… pero no (se le quiebra la voz). Creíamos que con las canchas y las becas que se dan nuestros hijos iban a tener mejores condiciones y mejores sentimientos, lo primero sí, pero lo segundo no. Y ahora pensamos que quienes hemos fallado hemos sido los padres y las madres.

Continúa el pandillerismo, el alcoholismo atrapa a muchos, y ahora las drogas los dañan cada día más. Las canchas, las becas y los apoyos sí sirven, pero creemos humildemente que los papás y las mamás hemos fallado. No sabemos qué hacer. Cada día hay más violencia y menos orden y civilidad. Creemos que a lo mejor hay una solución: le pedimos licenciado Burgos que cuando sea gobernador haga escuelas para padres o algo así. Porque hoy no sabemos qué hacer ni cómo dirigir a nuestros hijos sobre todo cuando son adolescentes y jóvenes, para que con el tiempo sean gentes de bien y de provecho.

2. 1994: Es agosto de 1994. Año difícil y políticamente problemático: levantamiento en Chiapas, asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu. En Querétaro se termina un sistema de agua que dará servicio a 20 poblaciones y se inaugura en Taxhidó, zona de manantiales que paradójicamente no beneficiaban directamente a muchas familias.

El gobernador Enrique Burgos llega a esta comunidad de Cadereyta y la gente se desborda en manifestaciones de alegría, gratitud y aplausos. Todo está listo para que llegue el agua limpia a la comunidad –por cierto, a través de una tubería donada por Pemex-. Con sencillez el gobernador Burgos abre la llave y aparece el chorro de agua que llena una pila y se desborda. La gente del pueblo se alza feliz. Aplaude, recoge agua y la toma, con las manos hace cuencos y la lanza a sus caras. Muchos se mojan y danzan en círculos breves con las manos en alto mientras sonríen y carcajean sin pena… felices. De pronto, una mujer anciana con rebozo echado sobre la cabeza y los hombros se acerca al gobernador Burgos, le tiende con timidez un brazo sobre su espalda y en susurro le dice “Gracias, gobernador Enrique; gracias por la obra del agua; pero ahora ¿qué vamos a hacer con el problema? – Perdón, pero no le entiendo bien cuál es el problema, abuelita- contesta Burgos mirándola a los ojos y en el mismo tono casi de secrecía con que fue inquirido. Y aquélla responde: - Pues los muchachos, gobernador. ¿Qué van a hacer ahora con todo ese tiempo que empleaban para ir por el agua? Hasta ahora iban por ella pardeando la tarde, cargando botes y maromas mientras caminaban y platicaban entre ellos; se ejercitaban con el sol ya bajo, hablaban de sus cosas y de sus tareas; pateaban piedras y cazaban lagartijas y ranas, a veces hasta conejos; era todo el tiempo de ellos y hacían algo de provecho para sus casas, ir por el agua para lavar, para bañarse, para los trastos, para la ropa. ¿Qué van a hacer ahora en la tarde? Ahora pueden llenarse de ocio y el ocio es mal consejero… - Es importante lo que me dice abuelita. Pensaré qué puede hacerse para que todo esté mejor. ¿Usted tiene algo pensado? – Sí. Más escuela. O algún oficio que les enseñen; cosas del campo y del ganado; música, carpintería, talleres…

Al fondo, la comunidad reía, celebraba y se empapaba. El agua limpia había llegado a sus casas.

3. Me gusta el futbol. Me encanta. Desde niño fui a ver partidos de los Gallos Blancos en el Estadio Municipal. Eran los tiempos del “Tomate” Hernández; del “Charro” Casimiro; del “Pelón” Nila; del “Negro” Álvarez. Siempre había porras, tambores y música de viento. Había “piques” que no pasaban a mayores con el Morelia y el Celaya. Me contaban entonces que varios de los jugadores laboraban en fábricas como Concordia, Carnation, Singer y otras que estaban en la Carretera a San Luis Kilómetro 7.5, y que sus patrones les daban chance de ir a entrenar dos o tres veces por semana.

Varias veces estuvieron a punto de ascender a la primera división pero fallaban en el último partido: ante Monterrey, Atlante –tres veces- y creo que ante Celaya en alguna ocasión.

La primera bronca grande que recuerdo fue en una final contra el Atlante cuando en el Estadio Municipal los Gallos cayeron ante el equipo capitalino. Aunque hubo violencia, por fortuna la policía pudo calmar a los rijosos y protegió con eficacia a la porra visitante.

4. 2006. octubre: Mi amigo Eduardo Morales (q.e.p.d.) me convenció de ir al Estadio Corregidora a ver el partido de Gallos Blancos que recibía al América. Hacía tiempo que no iba al estadio y acepté con gusto la invitación.

Las tribunas rebozaron de aficionados al igual que palcos y plateas. El ambiente fue festivo aunque el partido no fue precisamente memorable. Los Gallos Blancos, con gol de Emilio Mora derrotaron a los capitalinos que tenían al “Flaco” Alfredo Tena como entrenador y a Cuauhtémoc Blanco como su ícono popular.

La afición en el estadio estuvo dividida. Se sabe que el América tiene aquí a buen número de seguidores, así que en las tribunas hubo equilibrio. Hubo pasión, pero no se desbordó. La afición salió contenta. Ya afuera del coso, sin embargo, hubo algo que me llamó profundamente la atención: los gritos destemplados, insultantes, llenos de furia y algo parecido al odio que decenas de menores acompañados de sus papás, prodigaron, detrás de una malla, a los jugadores visitantes, en especial a Cuauhtémoc Blanco y a Matías Vuoso que salieron al estacionamiento después de la “conferencia de prensa”. Eran niños de 10 o 12 años iracundos y frenéticos con rostros desencajados a quienes alguien había robado su infancia y su inocencia al sembrarles semillas de odio, violencia y ridícula arrogancia.

Recordé esos episodios el sábado pasado, después de la terrible y vergonzosa exhibición de violencia en el Estadio Corregidora. Rememoré que la Escuela Para Padres solicitada a Enrique Burgos en el barrio de La Trinidad sí se echó a andar en un exitoso programa piloto que luego, en alguna administración posterior, fue eliminado. También que se fundó un centro, dependiente del DIF que se llamaba Meced, de rehabilitación para adolescentes que habían caído en la drogadicción, y que también fue desaparecido. Además se suprimió el Centro de Capacitación para la Mujer Campesina del DIF que preparaba a jóvenes mujeres quienes retornaban a sus lugares de origen para realizar labores docentes y sociales –huertos familiares, panadería, corte, etc.- al mando de las presidencias municipales. En definitiva, tras los hechos del fatídico sábado pasado, creo que queda claro que los más grandes problemas a resolver en el

Querétaro de hoy siguen siendo: más educación para todos los niños y jóvenes, incluido el esencial testimonio y compromiso de los padres y las madres; y más seguridad para todos.

* El pasado martes 8 falleció el fino futbolista Tomás Boy quien anotara el primer gol en el Estadio Corregidora inaugurado por el presidente Miguel de la Madrid el 5 de febrero de 1985. En dicho encuentro México derrotó 5-0 a Polonia. Descanse en paz quien fuera también técnico de Gallos Blancos y varios equipos más.