/ viernes 26 de enero de 2024

Contraluz | La cuestión social 


  • Marginación

San Javier era una casa de formación de los Hermanos Maristas que habían dejado los edificios del viejo Molino de San Antonio para la escuela preescolar, primaria y secundaria; y para el Escolasticado, donde se daba la preparación normalista a jóvenes que ya habían hecho el noviciado en Tlalpan. En San Javier se había asentado el llamado Juniorado –secundaria y prepa para aspirantes a Maristas- y la Preparatoria abierta a jóvenes externos.

Con frecuencia dominical había “paseos” que eran realmente caminatas con algún descanso por los alrededores de la ciudad: desde el Cerro de las Campanas hasta los cerros del Cimatario y Santa Teresa; y sobre todo hacia los rumbos del oriente de la ciudad donde estaba el Cerro del Pathé con su famosa “cueva”.

Había qué cruzar primero el “río” y avanzar después entre el río y la vía del ferrocarril hasta cruzar huertas y baldíos para emprender el ascenso a los pequeños montículos que con el tiempo habrían de dar lugar a la aeropista de Menchaca.

Al cruzar por esos llanos y sembradíos, con sus mañanas de rocío y sus pastores arriando cabras y ovejas se cruzaba ante algunas viviendas muy pobres, con empalizadas de cactus, huizaches con primitivos columpios y chozas de diversas hechuras, madera, paja y piedra, que clamaban para sus ocupantes atención y servicios mínimos.

Entre los juniores que entre caminatas y cantos de recreo se aparecían aquellas viviendas estaba el aún adolescente Antonio González Roser, destacado alumno que, junto con otros, a sus dotes de estudio y deporte sumaba una persistente y creciente preocupación social.

“No es posible que vivan así. Algo se debe hacer. Con poco esfuerzo bien organizado y con apoyo de ellos mismos se les puede ayudar mucho”.

  • Palabra y acción

Poco más de 10 años después, con el fotógrafo Lamberto Cervantes (qepd) acudí a una zona atrás del Hotel Casa Blanca donde un grupo de adolescentes y jóvenes, hombres y mujeres, laboraba acarreando material, cavando zanjas, arrastrando carretillas con arena, ladrillos y cemento, en medio de un ambiente de trabajo y alegría singular. Formaban parte de un grupo juvenil llamado PHIAC –Promoción Humana Integral, Asociación Civil- que se ocupaba en levantar viviendas dignas y seguras para entregarlas, a precios ínfimos gracias a la solidaridad del grupo juvenil, a familias necesitadas, elegidas luego de un sencillo y sólido estudio socioeconómico.

En ese entonces me pregunté: “¿Es una forma de expresar rebeldía? ¿es un servicio netamente altruista? ¿es solo una bella experiencia juvenil del dar…?

Un asesor del grupo, Sergio Occelli puntualizó: “Es la búsqueda de Cristo a través del trabajo físico, es una expresión de caridad cristiana, y además un paso en nuestra formación como personas… es eso y más”.

Escribí entonces: “Sergio Occelli ha terminado ya una carrera, pero como otros jóvenes del grupo Promoción Humana Integral AC, fundado y coordinado por el hermano marista Antonio González Roser, trabaja con entusiasmo todos estos días –vacaciones de julio y agosto- de ocho y media de la mañana a dos y media; y de tres y media a seis por la tarde, en la construcción de 10 casas que significarán un incalculable beneficio para sus futuros habitantes así como un serio compromiso accesible a su presupuesto.

“Un salón de la cercana escuela, escribí entonces, les ha sido cedido para que sirva de oficina en la que se han presentado en los últimos días alrededor de 50 solicitudes a quienes se encuesta con el fin de asignar las casas a los que más necesidad tengan de ella según sus recursos y familias”.

“La pequeña unidad habitacional formará también una cooperativa, será de ahorro de consumo y de producción y estará asesorada por la organización de las Cajas Populares, la más seria institución en tal renglón que viene funcionando con éxito en toda la región del centro de la República.

Ahí una joven, adolescente aún, María Genoveva, nos contó que “de no haber estado aquí me habría ido con mis papás de vacaciones a Puerto Vallarta, Pero me gusta el trabajo de PHIAC porque ayudamos, aprendemos y todos estamos contentos…”

Nos platican ahí otros jóvenes que no es el único grupo preocupado por la cuestión social en Querétaro, que el grupo PHIAC no se ha formado espontáneamente. Al iniciarse los cursos del año escolar se hace una invitación abierta hasta juntar el número de cien.

Desde entonces todos los domingos laboran físicamente. Este año en Lomas de Casa Blanca, teniendo constante contacto con los vecinos. Los miércoles realizan “dinámicas” de comunicación e integración que van desde conferencias, mesas redondas sencillas hasta estudios sobre el Evangelio, los Documentos de Medellín, o la auténtica relación práctica entre lo que es justicia y lo que es paz…

La experiencia, nos dijeron entonces, había sido fructífera. Hace tres años los jóvenes de Promoción Humana Integral construyeron cuatro casas por las calles de Fraternidad por el rumbo de El Tepetate. El año anterior fueron 19 las viviendas que levantaron, y este año erigen diez aquí y otras cinco en Celaya.

Los jóvenes que participan en esta organización de apoyo social ya no son sólo de Querétaro; atrás del Hotel Casa Blanca trabajan además en estas vacaciones, estudiantes, hombres y mujeres, del Distrito Federal, Michoacán, Toluca, Celaya, Monterrey y San Luis Potosí. Un joven que el año pasado estuvo en el grupo y que estudia ya una carrera profesional manifiesta que visita a los que ahora laboran en Casa Blanca porque tiene nostalgia de la experiencia. “Me ha servido para madurar, para ser más optimista y práctico, para ser menos egoísta…”

Ya de salida observamos Lamberto y yo a dos jovencitas que arrastran carretillas con arena rumbo a una zanja en la que arman con varilla esqueletos de cimientos, sonríen mientras les cedemos el paso y nos dicen “vamos despacio, están pesadas…”

  • Sociedad civil

Era el año de 1976 México había sido sacudido, como todo el mundo, por revueltas y propuestas juveniles en los años 60, por cambios profundos en la percepción del quehacer existencial, por un Concilio que cuestionó estructuras, por la demanda de nuevas vías para el entendimiento, la democratización y la paz mundial.

En Querétaro, como en muchas otras ocasiones, aquellas voces de rebeldía y propuesta fueron escuchadas y en diversas formas atendidas.

Cuando amigos o conocidos cercanos o lejanos –de otros países- me preguntan por qué Querétaro tiene tradición, desarrollo y aceptables niveles de paz, seguridad y solidaridad, les cuento entre otras cosas de la labor discreta y alegre de aquel grupo juvenil PHIAC de los años 70.


  • Marginación

San Javier era una casa de formación de los Hermanos Maristas que habían dejado los edificios del viejo Molino de San Antonio para la escuela preescolar, primaria y secundaria; y para el Escolasticado, donde se daba la preparación normalista a jóvenes que ya habían hecho el noviciado en Tlalpan. En San Javier se había asentado el llamado Juniorado –secundaria y prepa para aspirantes a Maristas- y la Preparatoria abierta a jóvenes externos.

Con frecuencia dominical había “paseos” que eran realmente caminatas con algún descanso por los alrededores de la ciudad: desde el Cerro de las Campanas hasta los cerros del Cimatario y Santa Teresa; y sobre todo hacia los rumbos del oriente de la ciudad donde estaba el Cerro del Pathé con su famosa “cueva”.

Había qué cruzar primero el “río” y avanzar después entre el río y la vía del ferrocarril hasta cruzar huertas y baldíos para emprender el ascenso a los pequeños montículos que con el tiempo habrían de dar lugar a la aeropista de Menchaca.

Al cruzar por esos llanos y sembradíos, con sus mañanas de rocío y sus pastores arriando cabras y ovejas se cruzaba ante algunas viviendas muy pobres, con empalizadas de cactus, huizaches con primitivos columpios y chozas de diversas hechuras, madera, paja y piedra, que clamaban para sus ocupantes atención y servicios mínimos.

Entre los juniores que entre caminatas y cantos de recreo se aparecían aquellas viviendas estaba el aún adolescente Antonio González Roser, destacado alumno que, junto con otros, a sus dotes de estudio y deporte sumaba una persistente y creciente preocupación social.

“No es posible que vivan así. Algo se debe hacer. Con poco esfuerzo bien organizado y con apoyo de ellos mismos se les puede ayudar mucho”.

  • Palabra y acción

Poco más de 10 años después, con el fotógrafo Lamberto Cervantes (qepd) acudí a una zona atrás del Hotel Casa Blanca donde un grupo de adolescentes y jóvenes, hombres y mujeres, laboraba acarreando material, cavando zanjas, arrastrando carretillas con arena, ladrillos y cemento, en medio de un ambiente de trabajo y alegría singular. Formaban parte de un grupo juvenil llamado PHIAC –Promoción Humana Integral, Asociación Civil- que se ocupaba en levantar viviendas dignas y seguras para entregarlas, a precios ínfimos gracias a la solidaridad del grupo juvenil, a familias necesitadas, elegidas luego de un sencillo y sólido estudio socioeconómico.

En ese entonces me pregunté: “¿Es una forma de expresar rebeldía? ¿es un servicio netamente altruista? ¿es solo una bella experiencia juvenil del dar…?

Un asesor del grupo, Sergio Occelli puntualizó: “Es la búsqueda de Cristo a través del trabajo físico, es una expresión de caridad cristiana, y además un paso en nuestra formación como personas… es eso y más”.

Escribí entonces: “Sergio Occelli ha terminado ya una carrera, pero como otros jóvenes del grupo Promoción Humana Integral AC, fundado y coordinado por el hermano marista Antonio González Roser, trabaja con entusiasmo todos estos días –vacaciones de julio y agosto- de ocho y media de la mañana a dos y media; y de tres y media a seis por la tarde, en la construcción de 10 casas que significarán un incalculable beneficio para sus futuros habitantes así como un serio compromiso accesible a su presupuesto.

“Un salón de la cercana escuela, escribí entonces, les ha sido cedido para que sirva de oficina en la que se han presentado en los últimos días alrededor de 50 solicitudes a quienes se encuesta con el fin de asignar las casas a los que más necesidad tengan de ella según sus recursos y familias”.

“La pequeña unidad habitacional formará también una cooperativa, será de ahorro de consumo y de producción y estará asesorada por la organización de las Cajas Populares, la más seria institución en tal renglón que viene funcionando con éxito en toda la región del centro de la República.

Ahí una joven, adolescente aún, María Genoveva, nos contó que “de no haber estado aquí me habría ido con mis papás de vacaciones a Puerto Vallarta, Pero me gusta el trabajo de PHIAC porque ayudamos, aprendemos y todos estamos contentos…”

Nos platican ahí otros jóvenes que no es el único grupo preocupado por la cuestión social en Querétaro, que el grupo PHIAC no se ha formado espontáneamente. Al iniciarse los cursos del año escolar se hace una invitación abierta hasta juntar el número de cien.

Desde entonces todos los domingos laboran físicamente. Este año en Lomas de Casa Blanca, teniendo constante contacto con los vecinos. Los miércoles realizan “dinámicas” de comunicación e integración que van desde conferencias, mesas redondas sencillas hasta estudios sobre el Evangelio, los Documentos de Medellín, o la auténtica relación práctica entre lo que es justicia y lo que es paz…

La experiencia, nos dijeron entonces, había sido fructífera. Hace tres años los jóvenes de Promoción Humana Integral construyeron cuatro casas por las calles de Fraternidad por el rumbo de El Tepetate. El año anterior fueron 19 las viviendas que levantaron, y este año erigen diez aquí y otras cinco en Celaya.

Los jóvenes que participan en esta organización de apoyo social ya no son sólo de Querétaro; atrás del Hotel Casa Blanca trabajan además en estas vacaciones, estudiantes, hombres y mujeres, del Distrito Federal, Michoacán, Toluca, Celaya, Monterrey y San Luis Potosí. Un joven que el año pasado estuvo en el grupo y que estudia ya una carrera profesional manifiesta que visita a los que ahora laboran en Casa Blanca porque tiene nostalgia de la experiencia. “Me ha servido para madurar, para ser más optimista y práctico, para ser menos egoísta…”

Ya de salida observamos Lamberto y yo a dos jovencitas que arrastran carretillas con arena rumbo a una zanja en la que arman con varilla esqueletos de cimientos, sonríen mientras les cedemos el paso y nos dicen “vamos despacio, están pesadas…”

  • Sociedad civil

Era el año de 1976 México había sido sacudido, como todo el mundo, por revueltas y propuestas juveniles en los años 60, por cambios profundos en la percepción del quehacer existencial, por un Concilio que cuestionó estructuras, por la demanda de nuevas vías para el entendimiento, la democratización y la paz mundial.

En Querétaro, como en muchas otras ocasiones, aquellas voces de rebeldía y propuesta fueron escuchadas y en diversas formas atendidas.

Cuando amigos o conocidos cercanos o lejanos –de otros países- me preguntan por qué Querétaro tiene tradición, desarrollo y aceptables niveles de paz, seguridad y solidaridad, les cuento entre otras cosas de la labor discreta y alegre de aquel grupo juvenil PHIAC de los años 70.