/ miércoles 6 de enero de 2021

Sólo para villamelones|Juan Ortega

Si un nombre pudiera emerger de esta atípica, extraña y singular temporada taurina del 2020, es, sin duda, el de Juan Ortega.

La pandemia trajo consigo la suspensión de prácticamente todas las ferias importantes del viejo continente, y sólo unos cuantos festejos, con tanta sana distancia como la de sus espectadores en los tendidos, dieron un tenue color a la quizá peor temporada de la historia, sólo igualada a aquellos años de Guerra Civil en España.

Los toreros de siempre, comandados por Enrique Ponce en los carteles, se hicieron del raquítico protagonismo de los carteles, pero como una aparición, gracias a tres extraordinarias faenas en tres tardes distintas, hicieron de Ortega, un torero con seis años de alternativa, la revelación del año.

Primero fue en Linares, luego en Córdoba, y finalmente en la feria de San Lucas, en Jaén, donde el toreo de este sevillano de treinta años brilló con luz propia y convenció a todos. Poseedor de un estilo clásico, lo mismo con capote que con muleta, Ortega torea con enorme lentitud y profundidad, y no carece de valentía.

Juan Ortega Pardo es egresado de la escuela Sevilla Amate de su tierra natal, tomó la alternativa de manos de Enrique Ponce en Pozoblanco, teniendo como testigo a José Mari Manzanares, y confirmó su doctorado en Madrid el 20 de marzo del 2016.

“El torero cuanto más despacio, mejor”, ha dicho al hablar del mundo en el que se abre paso, quien también ha sido catalogado como “un torero de otra época”. Así lo demostró en la práctica lidiando a un toro de Juan Pedro Domecq en Linares, y así también, además de Córdoba, al noble “Basurilla”, de Victoriano del Río, que en Jaén mereció el reconocimiento de la vuelta al ruedo.

La aparición, o el despunte si usted quiere, de Juan Ortega, vienen a demostrar que aún en los peores momentos puede surgir la esperanza. Pertenece a una nueva generación de toreros que nos hacen abrigar tiempos mejores para la Tauromaquia, a pesar de los nubarrones que no acaban de marcharse.

Ver torear al sevillano nos congratula con la verdad del toreo y nos hacer recordar el porqué de nuestra necia afición. Todo parece indicar que este “torero de otra época” será el de ésta que empieza a vivirse.

Si un nombre pudiera emerger de esta atípica, extraña y singular temporada taurina del 2020, es, sin duda, el de Juan Ortega.

La pandemia trajo consigo la suspensión de prácticamente todas las ferias importantes del viejo continente, y sólo unos cuantos festejos, con tanta sana distancia como la de sus espectadores en los tendidos, dieron un tenue color a la quizá peor temporada de la historia, sólo igualada a aquellos años de Guerra Civil en España.

Los toreros de siempre, comandados por Enrique Ponce en los carteles, se hicieron del raquítico protagonismo de los carteles, pero como una aparición, gracias a tres extraordinarias faenas en tres tardes distintas, hicieron de Ortega, un torero con seis años de alternativa, la revelación del año.

Primero fue en Linares, luego en Córdoba, y finalmente en la feria de San Lucas, en Jaén, donde el toreo de este sevillano de treinta años brilló con luz propia y convenció a todos. Poseedor de un estilo clásico, lo mismo con capote que con muleta, Ortega torea con enorme lentitud y profundidad, y no carece de valentía.

Juan Ortega Pardo es egresado de la escuela Sevilla Amate de su tierra natal, tomó la alternativa de manos de Enrique Ponce en Pozoblanco, teniendo como testigo a José Mari Manzanares, y confirmó su doctorado en Madrid el 20 de marzo del 2016.

“El torero cuanto más despacio, mejor”, ha dicho al hablar del mundo en el que se abre paso, quien también ha sido catalogado como “un torero de otra época”. Así lo demostró en la práctica lidiando a un toro de Juan Pedro Domecq en Linares, y así también, además de Córdoba, al noble “Basurilla”, de Victoriano del Río, que en Jaén mereció el reconocimiento de la vuelta al ruedo.

La aparición, o el despunte si usted quiere, de Juan Ortega, vienen a demostrar que aún en los peores momentos puede surgir la esperanza. Pertenece a una nueva generación de toreros que nos hacen abrigar tiempos mejores para la Tauromaquia, a pesar de los nubarrones que no acaban de marcharse.

Ver torear al sevillano nos congratula con la verdad del toreo y nos hacer recordar el porqué de nuestra necia afición. Todo parece indicar que este “torero de otra época” será el de ésta que empieza a vivirse.