/ jueves 7 de diciembre de 2023

Un eslabón más a la cadena de la inclusión

Por: Psic. Antonio Luna Reyes


Es un poco conflictivo el tener que justificar a un grupo para ser “incluidos” a la agenda de la inclusión, pero es un mal necesario en un contexto donde gobierna el “Dime ¿Por qué te lo mereces?”.

La precariedad laboral en nuestro país es un fenómeno que comparten muchas problemáticas sociales y de salud pública y, que en cuestiones de consumó, muchas veces terminan con reincidencia por el estigma social que hay ante personas en tratamiento por abuso de sustancias.

No es que el tratamiento tenga fallos, porque entendemos que las reincidencias son parte del proceso, solo que ya faltaron a la sociedad desde una forma delictiva o contra su salud, que al final para lo social es igual. El estigma social no solo nace de la criminalidad, falta de información o campañas contra el consumo fallidas, también debemos contemplar esa fijación a los méritos que la sociedad tiene en la cuál no hay cabida para el fracaso, entendiendo que un trastorno por abuso de sustancias es etiquetado de ésa manera. Los fracasos tienen castigos selectivos, mientras más cerca de la precariedad te encuentres, más pesada será tu condena “por falta de voluntad” y seguirás siendo prejuzgando ante tu fracaso, aunque te encuentres ya del otro lado.

A lo largo de nuestra vida tenemos que sumar experiencias y pulir habilidades para participar en el mundo laboral con exigencia ininterrumpida, ésa exigencia se topa con el tipo de proceso que al que el usuario recurre de acuerdo a sus posibilidades, devolviéndolo a la precariedad laboral o reincidente en delitos.

Colocó el ojo en la población precaria que se mantiene un círculo de reincidencia o en delitos por la poca experiencia laboral que tienen al caer en temprana edad sobre instituciones que no favorecen en el desarrollo de habilidades para regresar al sistema y mantenerse en precariedad por interrumpir lo académico, sumando el prejuicio social que nos etiqueta después de haber salido de una institución.

La lucha no solo es en la prevención o en la atención, también entender que los procesos deben tener una función específica en la sociedad, función que solo puedo nombrar como “conciencia social”. A diferencia de la responsabilidad social que se encuentra en nuestra participación en acciones para prevenir de manera personal o en conjunto, la conciencia social se aplica durante y después de la intervención para disminuir reincidencias, garantizar la reinserción y evitar una exclusión en el ámbito laboral, moral, jurídico, salubridad y demás garantías de una persona de manera justa. Intervenciones que desarrollan habilidades o trabajan un modelo ambulatorio como las propuestas por Centros de Integración Juvenil (CIJ) aportan en el usuario las herramientas para seguir sumando experiencia o no cortar su estadía laboral, pero atendiendo su trastorno restando las consecuencias que pueda traer en su núcleo familiar la atención de un trastorno si son parte de la precariedad, un punto muy a favor de la sociedad que demuestra la responsabilidad y conciencia de la institución.

Ustedes respondan si hay marchas para defender las garantías de éste grupo excluido o si asistirían a una. Recuerden que una marcha es solo la punta del iceberg de todo un movimiento que interactúa con lo clínico, jurídico, judicial, salubridad, empresarial, más lo social y que, sin conciencia social, solo sería un desfile.

No estoy haciendo menos a otras marchas, al contrario veo el potencial en ellas y lo que se ha logrado por sus luchas ¿Por qué no darle un privilegio así al eslabón faltante? Y si, la pregunta sería ¿Cómo ángeles atenderá la inclusión de la persona en recuperación del sector laboral precario? Bueno, ya lo dice el viejo refrán: Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.

Por: Psic. Antonio Luna Reyes


Es un poco conflictivo el tener que justificar a un grupo para ser “incluidos” a la agenda de la inclusión, pero es un mal necesario en un contexto donde gobierna el “Dime ¿Por qué te lo mereces?”.

La precariedad laboral en nuestro país es un fenómeno que comparten muchas problemáticas sociales y de salud pública y, que en cuestiones de consumó, muchas veces terminan con reincidencia por el estigma social que hay ante personas en tratamiento por abuso de sustancias.

No es que el tratamiento tenga fallos, porque entendemos que las reincidencias son parte del proceso, solo que ya faltaron a la sociedad desde una forma delictiva o contra su salud, que al final para lo social es igual. El estigma social no solo nace de la criminalidad, falta de información o campañas contra el consumo fallidas, también debemos contemplar esa fijación a los méritos que la sociedad tiene en la cuál no hay cabida para el fracaso, entendiendo que un trastorno por abuso de sustancias es etiquetado de ésa manera. Los fracasos tienen castigos selectivos, mientras más cerca de la precariedad te encuentres, más pesada será tu condena “por falta de voluntad” y seguirás siendo prejuzgando ante tu fracaso, aunque te encuentres ya del otro lado.

A lo largo de nuestra vida tenemos que sumar experiencias y pulir habilidades para participar en el mundo laboral con exigencia ininterrumpida, ésa exigencia se topa con el tipo de proceso que al que el usuario recurre de acuerdo a sus posibilidades, devolviéndolo a la precariedad laboral o reincidente en delitos.

Colocó el ojo en la población precaria que se mantiene un círculo de reincidencia o en delitos por la poca experiencia laboral que tienen al caer en temprana edad sobre instituciones que no favorecen en el desarrollo de habilidades para regresar al sistema y mantenerse en precariedad por interrumpir lo académico, sumando el prejuicio social que nos etiqueta después de haber salido de una institución.

La lucha no solo es en la prevención o en la atención, también entender que los procesos deben tener una función específica en la sociedad, función que solo puedo nombrar como “conciencia social”. A diferencia de la responsabilidad social que se encuentra en nuestra participación en acciones para prevenir de manera personal o en conjunto, la conciencia social se aplica durante y después de la intervención para disminuir reincidencias, garantizar la reinserción y evitar una exclusión en el ámbito laboral, moral, jurídico, salubridad y demás garantías de una persona de manera justa. Intervenciones que desarrollan habilidades o trabajan un modelo ambulatorio como las propuestas por Centros de Integración Juvenil (CIJ) aportan en el usuario las herramientas para seguir sumando experiencia o no cortar su estadía laboral, pero atendiendo su trastorno restando las consecuencias que pueda traer en su núcleo familiar la atención de un trastorno si son parte de la precariedad, un punto muy a favor de la sociedad que demuestra la responsabilidad y conciencia de la institución.

Ustedes respondan si hay marchas para defender las garantías de éste grupo excluido o si asistirían a una. Recuerden que una marcha es solo la punta del iceberg de todo un movimiento que interactúa con lo clínico, jurídico, judicial, salubridad, empresarial, más lo social y que, sin conciencia social, solo sería un desfile.

No estoy haciendo menos a otras marchas, al contrario veo el potencial en ellas y lo que se ha logrado por sus luchas ¿Por qué no darle un privilegio así al eslabón faltante? Y si, la pregunta sería ¿Cómo ángeles atenderá la inclusión de la persona en recuperación del sector laboral precario? Bueno, ya lo dice el viejo refrán: Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.