/ miércoles 8 de mayo de 2024

Zoon politikón | Un monumento al capricho: la refinería de Dos Bocas


La saga interminable de la refinería Dos Bocas se ha convertido en un triste recordatorio de cómo el capricho presidencial y la falta de visión han prevalecido sobre la técnica y la ciencia en la toma de decisiones gubernamentales. Desde su concepción, este proyecto ha estado plagado de contradicciones, retrasos y sobrecostos, dejando al descubierto una gestión errática e irracional por parte del gobierno federal.

Recordemos las palabras del presidente López Obrador durante su campaña, cuando de manera simplista y hasta ridícula comparó la extracción de petróleo con hacer tamales, minimizando la complejidad de la industria petrolera y prometiendo resultados que hasta ahora no se han materializado. Esta actitud de menospreciar la experiencia y el conocimiento experto en favor de una narrativa populista ha sentado las bases para los fracasos posteriores en la ejecución de proyectos como Dos Bocas.

Cuando se anunció la construcción de la refinería, las alarmas comenzaron a sonar entre aquellos familiarizados con la industria. Expertos en el campo advirtieron que el presupuesto asignado y el plazo propuesto eran irrealistas, y que llevar a cabo una obra de tal envergadura en tan poco tiempo y con tan poco dinero era simplemente imposible. Sin embargo, estas advertencias cayeron en oídos sordos, y el gobierno siguió adelante con su plan, ignorando las lecciones aprendidas de otros proyectos similares en el pasado.

La falta de transparencia y rendición de cuentas en el manejo de los recursos públicos ha sido otra característica preocupante de la gestión de Dos Bocas. A medida que los costos del proyecto se disparaban, los ciudadanos quedaban en la oscuridad acerca de cómo se estaban utilizando sus impuestos y quiénes eran los responsables de este despilfarro monumental. Mientras tanto, las empresas constructoras evitaban involucrarse en un proyecto condenado al fracaso, sabiendo que serían incapaces de cumplir con las demandas poco realistas del gobierno y que, en última instancia, serían los contribuyentes quienes pagarían el precio de esta incompetencia.

Ahora, a dos años de su inauguración oficial, la refinería Dos Bocas sigue siendo poco más que una estructura inerte en el paisaje tabasqueño. Los constantes retrasos y problemas técnicos han obligado al gobierno a aplazar una y otra vez el inicio de la producción de gasolinas, mientras los costos siguen aumentando sin control. A pesar de todo esto, no se vislumbra ninguna consecuencia real para aquellos responsables de este fiasco monumental. Mientras tanto, los ciudadanos siguen pagando el precio de la ineficiencia y la irresponsabilidad gubernamental.

En última instancia, la historia de la refinería Dos Bocas debería servir como una advertencia para futuros líderes y tomadores de decisiones. La política y el populismo no pueden sustituir la planificación estratégica y la gestión competente en la ejecución de proyectos de tal envergadura. La falta de responsabilidad y la negativa a aprender de los errores del pasado solo conducen al despilfarro de recursos públicos y al estancamiento del desarrollo nacional. Es hora de exigir un cambio en la forma en que se hacen las cosas en nuestro país, y de responsabilizar a aquellos que ponen sus intereses personales por encima del bienestar de la nación.


*Diputado local PRI


La saga interminable de la refinería Dos Bocas se ha convertido en un triste recordatorio de cómo el capricho presidencial y la falta de visión han prevalecido sobre la técnica y la ciencia en la toma de decisiones gubernamentales. Desde su concepción, este proyecto ha estado plagado de contradicciones, retrasos y sobrecostos, dejando al descubierto una gestión errática e irracional por parte del gobierno federal.

Recordemos las palabras del presidente López Obrador durante su campaña, cuando de manera simplista y hasta ridícula comparó la extracción de petróleo con hacer tamales, minimizando la complejidad de la industria petrolera y prometiendo resultados que hasta ahora no se han materializado. Esta actitud de menospreciar la experiencia y el conocimiento experto en favor de una narrativa populista ha sentado las bases para los fracasos posteriores en la ejecución de proyectos como Dos Bocas.

Cuando se anunció la construcción de la refinería, las alarmas comenzaron a sonar entre aquellos familiarizados con la industria. Expertos en el campo advirtieron que el presupuesto asignado y el plazo propuesto eran irrealistas, y que llevar a cabo una obra de tal envergadura en tan poco tiempo y con tan poco dinero era simplemente imposible. Sin embargo, estas advertencias cayeron en oídos sordos, y el gobierno siguió adelante con su plan, ignorando las lecciones aprendidas de otros proyectos similares en el pasado.

La falta de transparencia y rendición de cuentas en el manejo de los recursos públicos ha sido otra característica preocupante de la gestión de Dos Bocas. A medida que los costos del proyecto se disparaban, los ciudadanos quedaban en la oscuridad acerca de cómo se estaban utilizando sus impuestos y quiénes eran los responsables de este despilfarro monumental. Mientras tanto, las empresas constructoras evitaban involucrarse en un proyecto condenado al fracaso, sabiendo que serían incapaces de cumplir con las demandas poco realistas del gobierno y que, en última instancia, serían los contribuyentes quienes pagarían el precio de esta incompetencia.

Ahora, a dos años de su inauguración oficial, la refinería Dos Bocas sigue siendo poco más que una estructura inerte en el paisaje tabasqueño. Los constantes retrasos y problemas técnicos han obligado al gobierno a aplazar una y otra vez el inicio de la producción de gasolinas, mientras los costos siguen aumentando sin control. A pesar de todo esto, no se vislumbra ninguna consecuencia real para aquellos responsables de este fiasco monumental. Mientras tanto, los ciudadanos siguen pagando el precio de la ineficiencia y la irresponsabilidad gubernamental.

En última instancia, la historia de la refinería Dos Bocas debería servir como una advertencia para futuros líderes y tomadores de decisiones. La política y el populismo no pueden sustituir la planificación estratégica y la gestión competente en la ejecución de proyectos de tal envergadura. La falta de responsabilidad y la negativa a aprender de los errores del pasado solo conducen al despilfarro de recursos públicos y al estancamiento del desarrollo nacional. Es hora de exigir un cambio en la forma en que se hacen las cosas en nuestro país, y de responsabilizar a aquellos que ponen sus intereses personales por encima del bienestar de la nación.


*Diputado local PRI