/ viernes 14 de enero de 2022

Contraluz | Germán Patiño Díaz

A Germán Patiño Díaz se debe el nacimiento del hoy reconocido Museo Regional de Querétaro-INAH, establecido en uno de los edificios más significativos del Centro Histórico. Pese a ello, la figura del prócer queretano se encuentra en franco olvido, pese a que sus restos se encuentran en el Panteón de los Queretanos Ilustres.

Nacido el 28 de mayo de 1879 en nuestra ciudad, cursó estudios en el Colegio de San Luis Gonzaga, ubicado en la calle del Descanso No. 1 (hoy Pasteur Sur). Desde ahí mostró una aptitud sorprendente para el arte que se manifestó en dibujos y retratos.

Realizó luego estudios de pintura con los maestros Reyes Revilla y Jesús Ángeles. Y ya en el primer número de “El Heraldo de Navidad”, con fecha del 25 de noviembre de 1900, publicó un anuncio presentándose como “fotógrafo, dibujante y pintor” con domicilio en la Calle de la Flor Baja no. 6.

Dos años después, en 1902 resultó premiado en el Certamen de Artes Plásticas de Querétaro, lo que le valió ser nombrado director de la vieja Academia San Fernando situada en la esquina de las antiguas calles de Serafín y Jaime –hoy Independencia y Juárez- hasta 1910 en que con motivo del centenario de la Independencia, el gobernador Francisco González Cossío decidió fundar la Academia de Bellas Artes, continuando Patiño Díaz como director hasta 1931 en que llega a la gubernatura Saturnino Osornio quien también cierra, junto al Colegio Civil, la Academia de Bellas Artes.

El profesor Eduardo Loarca Castillo que admiró y estudió la obra de don Germán Patiño destacó que durante su estadía como director, la Academia brilló por la calidad de sus docentes, pues supo rodearse de los mejores profesores que había entonces en Querétaro en los diferentes ramos de Bellas Artes.

En música participaron el genial José Guadalupe Velázquez; Agustín González, Julio Videreique y Trinidad Sánchez. José Dolores Frías y Luis Balvanera en retórica y poética; Braulio Rodríguez Camarena y José Mosqueda en escultura; Heraclio Cabrera en estética y muchos docentes más a lo largo de dichos años.

La Academia llegó a tener entonces matrículas de 400 alumnos y brillantes egresados en diversas disciplinas fueron entre muchos otros, Miramontes y Abelardo Ávila, Lauro Rodríguez, Salvador Galván, Jesús Rodríguez, Agustín Rivera, Adolfo X. Blanco, Pedro Maciel y Margarita Mondragón.

Por gestiones del gobernador Francisco González Cosío la Academia recibió en 1910 dos lotes de pinturas gracias al ministro de Instrucción Pública Justo Sierra: el primer lote con 32 obras de la escuela antigua mexicana con pinturas de los notables Baltazar de Echave, Francisco Antonio Vallejo, Miguel Cabrera, Juan Correa, José de Ibarra, José de Alcíbar, Luis Juárez y Nicolás Rodríguez. El segundo lote fue de 21 óleos de pintura academicista del Siglo XIX de la escuela de Pelegrín Clavé de notables artistas de la Academia de San Carlos, entre ellos

Bribiesca, Urruchi, Manchola, Castro, Izaguirre, Gutiérrez, Porto, Jara y el mismo Clavé. Dichas pinturas pasaron a patrimonio del Museo Regional de Querétaro en 1936 cuando el maestro Germán Patiño cumplió su más viejo anhelo: lograr la cesión del edificio, entonces en ruinas, para establecer ahí nuestro Museo Regional, objetivo que comentaba con obsesión a amigos y alumnos como Antonio Servín Lozada, Miguel Bueno, Francisco Luque, Roberto Chellet quienes lo animaban y secundaban.

Eran tiempos difíciles, asentaba Loarca Castillo, ante los que no se arredró para salvar decenas de obras ante la soldadesca ni ante políticos de bajo rango cultural que menospreciaban el arte y su trascendencia.

Resistió todos los embates, aún de algunos clérigos, a quienes instó a donar de buena fe al museo, obras que de otra forma se destruirían sin pena ni gloria, en coros, sacristías y bodegas.

Fue entre los años de 1931 y 1936 período de gestiones, antesalas, escritos, firmas y sinsabores, que finalmente se decantaron en triunfo al encontrar a los ingenieros Enrique A. Cervantes y Francisco Figueroa, que era queretano y funcionario de la Dirección de Bienes Nacionales, antecesora de la Secretaría del Patrimonio Nacional, quienes lograr que el presidente Abelardo Rodríguez accediera a entregar el edificio del viejo claustro franciscano, para hacerlo reciento del Museo Regional de Querétaro.

La situación del edificio era deplorable. Había sido de todo en las últimas décadas: vecindad, bodega, tugurio, arena de box, basurero y la parte baja, arteramente modificada, dedicada a locales comerciales, cantinas, fondas, pulquerías, cantinas.

Fue hasta el sexenio 1979-1986 que se logró erradicar a los últimos comerciantes e integrar de nuevo el icónico edificio.

La idea original del maestro Germán Patiño no abarcaba solamente el museo: hablaba de preservar las genuinas artesanías queretanas, los telares para las cambayas, tilmas, sarapes; el tallado de piedras preciosas y semipreciosas; la cantería y la música; soñaba con una orquesta de cámara del museo, en manos del maestro Fernando Loyola.

Lamentaba alertaba también contra la destrucción de la ciudad y su traza ocurrida especialmente en los tiempos del gobernador José María Arteaga, que aunque tuvo muchos otros méritos, cometió actos desafortunados y reprobables contra el patrimonio arquitectónico de la ciudad.

En ese tenor fundó en 1939 la “Sociedad de Amigos de Querétaro” con el lema de “Amor y respeto al pasado”.

El maestro se retiró enfermo y cansado, de la intensa lucha. Falleció el 17 de mayo de 1963 en su modesta casa de 5 de mayo del barrio de la Santa Cruz.

Sus honras fúnebres tuvieron lugar en el templo de San Francisco y después el cortejo recorrió el grandioso Claustro de Honor del viejo convento como gratitud a su obra y a su amor a Querétaro. No hubo para él en ese entonces, ni ceremonia ni reconocimiento oficial.

Seis años después el Museo cerró sus puertas.

Reabrió en 1971 y paulatinamente fue adquiriendo la dignidad y el decoro con el que soñó José Germán Patiño Díaz.

El edificio fue restaurado totalmente siendo su director el profesor Eduardo Loarca Castillo quien además era cronista de la ciudad.

Salas, corredores, patios fueron paulatinamente renovados y enriquecidos.

Centro trascendente de cultura, el Museo Regional de Querétaro fue germen y semilla de nuevos y maravillosos centros y ámbitos culturales como el Museo de Arte Moderno, el Cedart, la consolidación de la Facultad de Bellas Artes de la UAQ, el Colegio Nacional de Danza Contemporánea, la Orquesta Filarmónica de Querétaro, las Casas de la Cultura, el Cenart, el Museo de Arte Contemporáneo, además de pieza clave en la declaración de la ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Don José Germán Patiño Díaz no conoció la cosecha de su pausada y permanente siembra, pero seguramente supo que sus afanes no habían caído en tierra estéril.


A Germán Patiño Díaz se debe el nacimiento del hoy reconocido Museo Regional de Querétaro-INAH, establecido en uno de los edificios más significativos del Centro Histórico. Pese a ello, la figura del prócer queretano se encuentra en franco olvido, pese a que sus restos se encuentran en el Panteón de los Queretanos Ilustres.

Nacido el 28 de mayo de 1879 en nuestra ciudad, cursó estudios en el Colegio de San Luis Gonzaga, ubicado en la calle del Descanso No. 1 (hoy Pasteur Sur). Desde ahí mostró una aptitud sorprendente para el arte que se manifestó en dibujos y retratos.

Realizó luego estudios de pintura con los maestros Reyes Revilla y Jesús Ángeles. Y ya en el primer número de “El Heraldo de Navidad”, con fecha del 25 de noviembre de 1900, publicó un anuncio presentándose como “fotógrafo, dibujante y pintor” con domicilio en la Calle de la Flor Baja no. 6.

Dos años después, en 1902 resultó premiado en el Certamen de Artes Plásticas de Querétaro, lo que le valió ser nombrado director de la vieja Academia San Fernando situada en la esquina de las antiguas calles de Serafín y Jaime –hoy Independencia y Juárez- hasta 1910 en que con motivo del centenario de la Independencia, el gobernador Francisco González Cossío decidió fundar la Academia de Bellas Artes, continuando Patiño Díaz como director hasta 1931 en que llega a la gubernatura Saturnino Osornio quien también cierra, junto al Colegio Civil, la Academia de Bellas Artes.

El profesor Eduardo Loarca Castillo que admiró y estudió la obra de don Germán Patiño destacó que durante su estadía como director, la Academia brilló por la calidad de sus docentes, pues supo rodearse de los mejores profesores que había entonces en Querétaro en los diferentes ramos de Bellas Artes.

En música participaron el genial José Guadalupe Velázquez; Agustín González, Julio Videreique y Trinidad Sánchez. José Dolores Frías y Luis Balvanera en retórica y poética; Braulio Rodríguez Camarena y José Mosqueda en escultura; Heraclio Cabrera en estética y muchos docentes más a lo largo de dichos años.

La Academia llegó a tener entonces matrículas de 400 alumnos y brillantes egresados en diversas disciplinas fueron entre muchos otros, Miramontes y Abelardo Ávila, Lauro Rodríguez, Salvador Galván, Jesús Rodríguez, Agustín Rivera, Adolfo X. Blanco, Pedro Maciel y Margarita Mondragón.

Por gestiones del gobernador Francisco González Cosío la Academia recibió en 1910 dos lotes de pinturas gracias al ministro de Instrucción Pública Justo Sierra: el primer lote con 32 obras de la escuela antigua mexicana con pinturas de los notables Baltazar de Echave, Francisco Antonio Vallejo, Miguel Cabrera, Juan Correa, José de Ibarra, José de Alcíbar, Luis Juárez y Nicolás Rodríguez. El segundo lote fue de 21 óleos de pintura academicista del Siglo XIX de la escuela de Pelegrín Clavé de notables artistas de la Academia de San Carlos, entre ellos

Bribiesca, Urruchi, Manchola, Castro, Izaguirre, Gutiérrez, Porto, Jara y el mismo Clavé. Dichas pinturas pasaron a patrimonio del Museo Regional de Querétaro en 1936 cuando el maestro Germán Patiño cumplió su más viejo anhelo: lograr la cesión del edificio, entonces en ruinas, para establecer ahí nuestro Museo Regional, objetivo que comentaba con obsesión a amigos y alumnos como Antonio Servín Lozada, Miguel Bueno, Francisco Luque, Roberto Chellet quienes lo animaban y secundaban.

Eran tiempos difíciles, asentaba Loarca Castillo, ante los que no se arredró para salvar decenas de obras ante la soldadesca ni ante políticos de bajo rango cultural que menospreciaban el arte y su trascendencia.

Resistió todos los embates, aún de algunos clérigos, a quienes instó a donar de buena fe al museo, obras que de otra forma se destruirían sin pena ni gloria, en coros, sacristías y bodegas.

Fue entre los años de 1931 y 1936 período de gestiones, antesalas, escritos, firmas y sinsabores, que finalmente se decantaron en triunfo al encontrar a los ingenieros Enrique A. Cervantes y Francisco Figueroa, que era queretano y funcionario de la Dirección de Bienes Nacionales, antecesora de la Secretaría del Patrimonio Nacional, quienes lograr que el presidente Abelardo Rodríguez accediera a entregar el edificio del viejo claustro franciscano, para hacerlo reciento del Museo Regional de Querétaro.

La situación del edificio era deplorable. Había sido de todo en las últimas décadas: vecindad, bodega, tugurio, arena de box, basurero y la parte baja, arteramente modificada, dedicada a locales comerciales, cantinas, fondas, pulquerías, cantinas.

Fue hasta el sexenio 1979-1986 que se logró erradicar a los últimos comerciantes e integrar de nuevo el icónico edificio.

La idea original del maestro Germán Patiño no abarcaba solamente el museo: hablaba de preservar las genuinas artesanías queretanas, los telares para las cambayas, tilmas, sarapes; el tallado de piedras preciosas y semipreciosas; la cantería y la música; soñaba con una orquesta de cámara del museo, en manos del maestro Fernando Loyola.

Lamentaba alertaba también contra la destrucción de la ciudad y su traza ocurrida especialmente en los tiempos del gobernador José María Arteaga, que aunque tuvo muchos otros méritos, cometió actos desafortunados y reprobables contra el patrimonio arquitectónico de la ciudad.

En ese tenor fundó en 1939 la “Sociedad de Amigos de Querétaro” con el lema de “Amor y respeto al pasado”.

El maestro se retiró enfermo y cansado, de la intensa lucha. Falleció el 17 de mayo de 1963 en su modesta casa de 5 de mayo del barrio de la Santa Cruz.

Sus honras fúnebres tuvieron lugar en el templo de San Francisco y después el cortejo recorrió el grandioso Claustro de Honor del viejo convento como gratitud a su obra y a su amor a Querétaro. No hubo para él en ese entonces, ni ceremonia ni reconocimiento oficial.

Seis años después el Museo cerró sus puertas.

Reabrió en 1971 y paulatinamente fue adquiriendo la dignidad y el decoro con el que soñó José Germán Patiño Díaz.

El edificio fue restaurado totalmente siendo su director el profesor Eduardo Loarca Castillo quien además era cronista de la ciudad.

Salas, corredores, patios fueron paulatinamente renovados y enriquecidos.

Centro trascendente de cultura, el Museo Regional de Querétaro fue germen y semilla de nuevos y maravillosos centros y ámbitos culturales como el Museo de Arte Moderno, el Cedart, la consolidación de la Facultad de Bellas Artes de la UAQ, el Colegio Nacional de Danza Contemporánea, la Orquesta Filarmónica de Querétaro, las Casas de la Cultura, el Cenart, el Museo de Arte Contemporáneo, además de pieza clave en la declaración de la ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Don José Germán Patiño Díaz no conoció la cosecha de su pausada y permanente siembra, pero seguramente supo que sus afanes no habían caído en tierra estéril.