/ martes 5 de diciembre de 2023

Neurona ciudadana | El tango electoral


Argentina no sabe en que se metió, y – a ciencia cierta- nosotros tampoco. Milei era la única opción de cambio. La otra era continuar apostando por una izquierda desgastada que demostró con creces ser muy poco hábil para sortear el complejo panorama económico que la nación sudamericana arrastra desde hace dos décadas.

Pero Milei huele más a Trump que a Merkel y esa no puede ser una buena noticia. Huele más a decisión extrema, de esas que si no curan terminan matando al paciente.

Los argentinos estaban desesperados y también lo entendemos. Hoy más del 40% de su población vive en la pobreza. Se ha hecho costumbre que cada 4 años se vuelva pobre otro 5% de su población y Massa, el rival perdedor impulsado desde el kircherismo y el rancio peronismo, era darle continuidad a lo inviable. El peso argentino vale la mitad que en enero pasado y la inflación ronda el 150%, pero el dato más demoledor es que sólo 6 millones de trabajadores formalmente establecidos financian con su pago de impuestos a 19 millones de personas que reciben algún subsidio o sueldo del estado. Una balanza insostenible que ha coqueteado de más con el fracaso.

Preocupa Milei porque necesita implementar medidas extremas en poco tiempo y ello es regularmente impopular. El único panorama para el comienzo de una estabilización es el de una lluvia de recortes a la administración pública y a los programas sociales, aderezados con una nueva y urgente negociación de la deuda externa y la sombra del incremento de impuestos. No es un camino fácil. El efecto luna de miel le durará poco.

También preocupa porque so pretexto del estado de urgencia, eliminar instituciones estatales generará un descobijo de políticas públicas sustantivas y aumentará la concentración de poder en el jefe del poder ejecutivo. Un caso más para Levitsky y Ziblatt sobre cómo cada vez más gobernantes pro autoritarios llegan al poder por vías democráticas.

Con estas condiciones solo hay dos escenarios posibles. En el primero Milei comienza a recibir resistencias políticas y sociales que lo ahogan a media administración y Argentina decide dar un viraje electoral que le regrese a la senda de los gobiernos populistas latinoamericanos en la próxima elección. Ya lo han hecho en el pasado reciente: fustigados y agobiados fueron de la izquierda de Nestor Kirchner a la derecha de Macri, regresaron a la izquierda de Cristina y Alberto Fernandez y nuevamente apostaron por ir a la derecha (ahora extrema). Un péndulo interminable repleto de reformas a medias y múltiples paliativos.

En el segundo, Milei comprende que la recuperación económica y social de la Argentina es un proyecto de un par de décadas en las que él sólo construye cimientos y acuerdos iniciales y logra transmitir y concientizar correctamente el mensaje de abrocharse el cinturón ahora para no ir al despeñadero. Se modera, integra a todas las fuerzas políticas en un compromiso de largo plazo (como el Pacto por México en su momento) e involucra al sector productivo en otro pacto: el de estabilidad y crecimiento económico ( Salinas de Gortari Dixit). Ahí la palabra la tendrán los 46 millones de argentinos. Habrá quienes no tengan margen para esperar y habrá quienes sí decidan hacer la apuesta de futuro.

Viene aún lo más difícil para los argentinos y -reconozco- que los márgenes de maniobra se ven muy estrechos. Milei deberá ser un excelente malabarista, mientras que la oposición y la sociedad estarán obligados a buscar canales de reconciliación y reencuentro.

Si la apuesta argentina continúa siendo por la próxima elección más que por la próxima generación, no nos sorprenda más pronto que tarde la instalación de un régimen autoritario de “reorganización nacional” como el de Videla.


*Presidenta de la Comisión de Bienestar e inclusión social de Coparmex Nacional


Argentina no sabe en que se metió, y – a ciencia cierta- nosotros tampoco. Milei era la única opción de cambio. La otra era continuar apostando por una izquierda desgastada que demostró con creces ser muy poco hábil para sortear el complejo panorama económico que la nación sudamericana arrastra desde hace dos décadas.

Pero Milei huele más a Trump que a Merkel y esa no puede ser una buena noticia. Huele más a decisión extrema, de esas que si no curan terminan matando al paciente.

Los argentinos estaban desesperados y también lo entendemos. Hoy más del 40% de su población vive en la pobreza. Se ha hecho costumbre que cada 4 años se vuelva pobre otro 5% de su población y Massa, el rival perdedor impulsado desde el kircherismo y el rancio peronismo, era darle continuidad a lo inviable. El peso argentino vale la mitad que en enero pasado y la inflación ronda el 150%, pero el dato más demoledor es que sólo 6 millones de trabajadores formalmente establecidos financian con su pago de impuestos a 19 millones de personas que reciben algún subsidio o sueldo del estado. Una balanza insostenible que ha coqueteado de más con el fracaso.

Preocupa Milei porque necesita implementar medidas extremas en poco tiempo y ello es regularmente impopular. El único panorama para el comienzo de una estabilización es el de una lluvia de recortes a la administración pública y a los programas sociales, aderezados con una nueva y urgente negociación de la deuda externa y la sombra del incremento de impuestos. No es un camino fácil. El efecto luna de miel le durará poco.

También preocupa porque so pretexto del estado de urgencia, eliminar instituciones estatales generará un descobijo de políticas públicas sustantivas y aumentará la concentración de poder en el jefe del poder ejecutivo. Un caso más para Levitsky y Ziblatt sobre cómo cada vez más gobernantes pro autoritarios llegan al poder por vías democráticas.

Con estas condiciones solo hay dos escenarios posibles. En el primero Milei comienza a recibir resistencias políticas y sociales que lo ahogan a media administración y Argentina decide dar un viraje electoral que le regrese a la senda de los gobiernos populistas latinoamericanos en la próxima elección. Ya lo han hecho en el pasado reciente: fustigados y agobiados fueron de la izquierda de Nestor Kirchner a la derecha de Macri, regresaron a la izquierda de Cristina y Alberto Fernandez y nuevamente apostaron por ir a la derecha (ahora extrema). Un péndulo interminable repleto de reformas a medias y múltiples paliativos.

En el segundo, Milei comprende que la recuperación económica y social de la Argentina es un proyecto de un par de décadas en las que él sólo construye cimientos y acuerdos iniciales y logra transmitir y concientizar correctamente el mensaje de abrocharse el cinturón ahora para no ir al despeñadero. Se modera, integra a todas las fuerzas políticas en un compromiso de largo plazo (como el Pacto por México en su momento) e involucra al sector productivo en otro pacto: el de estabilidad y crecimiento económico ( Salinas de Gortari Dixit). Ahí la palabra la tendrán los 46 millones de argentinos. Habrá quienes no tengan margen para esperar y habrá quienes sí decidan hacer la apuesta de futuro.

Viene aún lo más difícil para los argentinos y -reconozco- que los márgenes de maniobra se ven muy estrechos. Milei deberá ser un excelente malabarista, mientras que la oposición y la sociedad estarán obligados a buscar canales de reconciliación y reencuentro.

Si la apuesta argentina continúa siendo por la próxima elección más que por la próxima generación, no nos sorprenda más pronto que tarde la instalación de un régimen autoritario de “reorganización nacional” como el de Videla.


*Presidenta de la Comisión de Bienestar e inclusión social de Coparmex Nacional