/ martes 7 de noviembre de 2023

Neurona Ciudadana | Acuérdate de Acapulco


Lejos está hoy Acapulco de los versos de Agustín Lara. Ahora, uno de los puertos más famosos del mundo ocupa los titulares del desastre que gradualmente se fue conociendo a través de las redes sociales y los noticieros. Ahora, Acapulco es una ruina, son escombros y son largas filas en busca de un poco de ayuda. Hoy, Acapulco se debate entre la urgencia por ayudar y la desconfianza de que su apoyo llegue a quienes debe.

No hay servicios, ni alimentos, ni gasolina, ni autoridad. Vimos decenas de videos donde golpeó la rapiña y en donde nos dimos cuenta que los acapulqueños no buscaban quien se las hizo, sino quien se las pagara, sea el Oxxo, Aurrera, Walmart o las tiendas de moda del centro comercial La Isla. No quedó nada al paso de los saqueadores.

“Me quedé sin casa dice una señora en un video de Tik Tok, pero con esto voy a reconstruir”.No llevaba materiales de construcción ni víveres de primera necesidad. Cargaba junto con su hijo un paquete de pantallas planas en una moto sin gasolina que también ha sido presa del arrebato. Tras de ella vimos a otra señora maniobrando para llevarse un brincolin inflable y una tercera que empujaba un refrigerador.

Tres estampas que definen con claridad lo que ha pasado en el puerto, las tres reflejan con creces la ausencia y la indolencia que dan paso al vacío y la desesperanza con que se ha castigado a Guerrero desde siempre:

A nivel federal se privilegió la narrativa más que la ayuda. En primer lugar, una secuencias de imágenes de un presidente que “se atascó” en un jeep intentando llegar a la zona del desastre. Un reporte mínimo y tardío de personas fallecidas y desaparecidas, mientras, una periodista en Caleta contradice la versión oficial y asegura que se recuperaron 50 cuerpos en una mañana. Noticias van, noticias vienen, rumores van, rumores vienen. Campañas de bots contrarrestando y cuestionando cada video que bien logra publicar algún damnificado, y atizando y frivolizando -como no es novedad para las campañas digitales oficiales- sobre las pérdidas de la gente “fifí de la zona diamante”, pues la retórica es religión y no hay tiempo que perder para reiterarla.

Un plan DN III difuso, mal instrumentado, tardío. Actos de robo y violencia frente a los ojos de un ejército y policía federal que se han destacado ya en la zona sólo como entes observantes e inertes. Reacciones federales que recuerdan el asombro y parálisis del terremoto de 1985. Silencio, desinformación u omisión desde un Palacio Nacional que ha apostado más por el olvido que por la pronta acción, aunque digan lo contrario. Inoperancia interinstitucional que nos vuelve a azotar con la realidad de una administración que privilegia más la lealtad que la experiencia, que crea verdades que busca volver credos.

Los gobiernos subnacionales plasman una estampa peor. Desaparecidos desde el primer minuto, ausentes de las acciones de prevención y de reacción. Si bien es cierto que Otis aceleró con fuerza y tiempo récord, se tuvieron 12 horas para coordinar, alertar y preparar a una población que -desinformada- no midió el riesgo.

Una gobernadora escondida y una alcaldesa extraviada, mientras la edil de Chilpancingo lanzaba fuegos artificiales a un día del paso del huracán, porque contra tragedia y muerte, decidió rendir su “informe de resultados”. Ilustración contundente de mezquindad, de actitud de avestruz, de contribución al teatro de “aquí no pasa nada”.

Otis decantó todas las realidades de Acapulco. La pérdida de la más básica condición humana. El resultado de un discurso paternalista, asistencialista y divisionista que impulsa la ideología del egoísmo. Afortunadamente, poco a poco hemos ido conociendo historias de solidaridad y generosidad que siempre han caracterizado a México en momentos críticos. Gente ayudando, regalando comida, levantando láminas, barriendo espacios llenos de lodo, etc.

A pesar de la división que se propone desde el gobierno, aún hay esperanza de una sociedad generosa y con ganas de apoyar. A pesar de que no hay una voluntad conciliadora, los mexicanos se resisten a entrar a esa dinámica de división. El futuro para Acapulco se puede predecir muy complicado, porque la ciudad se ha vuelto el reducto más cristalino de la retórica nacional. Nada queda del puerto de María Bonita, nada queda de aquel recuerdo. Sin embargo, es una buen momento para estrechar manos y levantar a ese paraíso que ha enamorado a más de uno en todo el mundo.


*PRESIDENTA DE LA COMISIÓN DE BIENESTAR A INCLUSIÓN SOCIAL DE COPARMEX NACIONAL



Lejos está hoy Acapulco de los versos de Agustín Lara. Ahora, uno de los puertos más famosos del mundo ocupa los titulares del desastre que gradualmente se fue conociendo a través de las redes sociales y los noticieros. Ahora, Acapulco es una ruina, son escombros y son largas filas en busca de un poco de ayuda. Hoy, Acapulco se debate entre la urgencia por ayudar y la desconfianza de que su apoyo llegue a quienes debe.

No hay servicios, ni alimentos, ni gasolina, ni autoridad. Vimos decenas de videos donde golpeó la rapiña y en donde nos dimos cuenta que los acapulqueños no buscaban quien se las hizo, sino quien se las pagara, sea el Oxxo, Aurrera, Walmart o las tiendas de moda del centro comercial La Isla. No quedó nada al paso de los saqueadores.

“Me quedé sin casa dice una señora en un video de Tik Tok, pero con esto voy a reconstruir”.No llevaba materiales de construcción ni víveres de primera necesidad. Cargaba junto con su hijo un paquete de pantallas planas en una moto sin gasolina que también ha sido presa del arrebato. Tras de ella vimos a otra señora maniobrando para llevarse un brincolin inflable y una tercera que empujaba un refrigerador.

Tres estampas que definen con claridad lo que ha pasado en el puerto, las tres reflejan con creces la ausencia y la indolencia que dan paso al vacío y la desesperanza con que se ha castigado a Guerrero desde siempre:

A nivel federal se privilegió la narrativa más que la ayuda. En primer lugar, una secuencias de imágenes de un presidente que “se atascó” en un jeep intentando llegar a la zona del desastre. Un reporte mínimo y tardío de personas fallecidas y desaparecidas, mientras, una periodista en Caleta contradice la versión oficial y asegura que se recuperaron 50 cuerpos en una mañana. Noticias van, noticias vienen, rumores van, rumores vienen. Campañas de bots contrarrestando y cuestionando cada video que bien logra publicar algún damnificado, y atizando y frivolizando -como no es novedad para las campañas digitales oficiales- sobre las pérdidas de la gente “fifí de la zona diamante”, pues la retórica es religión y no hay tiempo que perder para reiterarla.

Un plan DN III difuso, mal instrumentado, tardío. Actos de robo y violencia frente a los ojos de un ejército y policía federal que se han destacado ya en la zona sólo como entes observantes e inertes. Reacciones federales que recuerdan el asombro y parálisis del terremoto de 1985. Silencio, desinformación u omisión desde un Palacio Nacional que ha apostado más por el olvido que por la pronta acción, aunque digan lo contrario. Inoperancia interinstitucional que nos vuelve a azotar con la realidad de una administración que privilegia más la lealtad que la experiencia, que crea verdades que busca volver credos.

Los gobiernos subnacionales plasman una estampa peor. Desaparecidos desde el primer minuto, ausentes de las acciones de prevención y de reacción. Si bien es cierto que Otis aceleró con fuerza y tiempo récord, se tuvieron 12 horas para coordinar, alertar y preparar a una población que -desinformada- no midió el riesgo.

Una gobernadora escondida y una alcaldesa extraviada, mientras la edil de Chilpancingo lanzaba fuegos artificiales a un día del paso del huracán, porque contra tragedia y muerte, decidió rendir su “informe de resultados”. Ilustración contundente de mezquindad, de actitud de avestruz, de contribución al teatro de “aquí no pasa nada”.

Otis decantó todas las realidades de Acapulco. La pérdida de la más básica condición humana. El resultado de un discurso paternalista, asistencialista y divisionista que impulsa la ideología del egoísmo. Afortunadamente, poco a poco hemos ido conociendo historias de solidaridad y generosidad que siempre han caracterizado a México en momentos críticos. Gente ayudando, regalando comida, levantando láminas, barriendo espacios llenos de lodo, etc.

A pesar de la división que se propone desde el gobierno, aún hay esperanza de una sociedad generosa y con ganas de apoyar. A pesar de que no hay una voluntad conciliadora, los mexicanos se resisten a entrar a esa dinámica de división. El futuro para Acapulco se puede predecir muy complicado, porque la ciudad se ha vuelto el reducto más cristalino de la retórica nacional. Nada queda del puerto de María Bonita, nada queda de aquel recuerdo. Sin embargo, es una buen momento para estrechar manos y levantar a ese paraíso que ha enamorado a más de uno en todo el mundo.


*PRESIDENTA DE LA COMISIÓN DE BIENESTAR A INCLUSIÓN SOCIAL DE COPARMEX NACIONAL