/ martes 21 de noviembre de 2023

Neurona ciudadana | ¿Realmente importa la democracia? 


Aseguran que hablar del conflicto entre Israel y Palestina es hablar de diferencias milenarias que tiene un trasfondo religioso muy amplio. Sin embargo, creo que es necesario analizar el conflicto desde una óptica donde prive el sentido común, se ubique en el contexto social y político actual y no nos nuble la pasión. Creo que todos, en su sano juicio, condenamos lo que el régimen nazi hizo con el pueblo judío, en donde murieron más de seis millones de personas por ideologías extremistas y de miedo y que significaron historias de dolor y sufrimiento. Ejemplos de atrocidades en contra de pueblos tenemos muchos a lo largo de la historia y nada justifica la violencia y las funestas consecuencias de una guerra. Lo que Hamás le hizo al pueblo israelí tampoco se puede justificar bajo ninguna circunstancia y claro que debe tener consecuencias, pero debería ser en contra de ese grupo terrorista y no en contra de gente inocente que está sufriendo.Aquí es donde la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la OTAN y demás organismos internacionales que velan por los derechos humanos deberían actuar con firmeza para evitar atropellos a la dignidad del ser humano sean de donde sean, sin privilegios, pues tal parece que hay ciudadanos de primera y otros de tercera.Este conflicto ha puesto en evidencia el nulo poder de la ONU; Israel ha violado más de 60 resoluciones de las Naciones Unidas sin consecuencias aparentes. El analista Diego Ruzzarín, a través de redes sociales, hizo una comparación con Irak, país que rompió dos resoluciones de la ONU, lo que le significó una devastadora guerra de ocho años. La diferencia entre las respuestas a las transgresiones de Israel y de Irak plantea interrogantes incómodas sobre la eficacia y la equidad del sistema internacional. ¿Se mide con la misma vara?La clave podría estar en el actual juego geopolítico, en donde Israel cuenta con el respaldo de la Unión Europea y de los Estados Unidos, lo que provoca que dichas violaciones a las resoluciones de la ONU no sean consideradas como graves o simplemente no se quieran ver. Con esto, surge otra pregunta, ¿la ONU es un árbitro eficaz de la paz y la justicia en el mundo? Conteste usted con sinceridad.En las últimas semanas hemos visto manifestaciones multitudinarias en diferentes ciudades del mundo en donde se muestra un contundente apoyo a Palestina y en donde se pide el cese inmediato de las hostilidades. Sin embargo, estas expresiones de solidaridad con el pueblo palestino contrasta fuertemente con la incapacidad de las instituciones internacionales para traducir esas exigencias en acciones concretas que vayan encaminadas al diálogo, a la paz, al entendimiento. A pesar de la abrumadora demanda popular y la condena de las acciones emprendidas por Israel, las decisiones internacionales parecen estar dominadas por intereses particulares en lugar de reflejar la voluntad colectiva. En su reflexión, Ruzzarín destaca que Estados Unidos está más preocupado por vender armas y la Unión Europea por el precio del petróleo y el gas natural, que por el sufrimiento que está viviendo el pueblo palestino.Esta aparente desconexión entre el deseo popular de justicia y la realidad de la toma de decisiones global plantea dudas sobre la capacidad de las instituciones existentes para representar genuinamente los intereses y valores de la mayoría.En teoría, la ONU debería ser el foro donde se resuelven los conflictos internacionales de manera justa y equitativa. No obstante, la realidad es que las alianzas políticas y los intereses económicos a menudo superan la voluntad democrática de la comunidad global. Esta situación debería llevar a los gobiernos a realizar una revisión profunda de la estructura y el funcionamiento de dichas instituciones internacionales, bajo una visión crítica y con el compromiso claro de los principios democráticos que deben regir en todo el mundo para abordar los desafíos globales de una manera justa y equitativa. La indignación global debería ser un llamado de atención a organismos como la ONU o la OTAN que garantizaran la democracia y no sea sólo una bonita intención en el escenario local e internacional.


*Presidenta de la Comisión de Bienestar e Inclusión Social de Coparmex Nacional



Aseguran que hablar del conflicto entre Israel y Palestina es hablar de diferencias milenarias que tiene un trasfondo religioso muy amplio. Sin embargo, creo que es necesario analizar el conflicto desde una óptica donde prive el sentido común, se ubique en el contexto social y político actual y no nos nuble la pasión. Creo que todos, en su sano juicio, condenamos lo que el régimen nazi hizo con el pueblo judío, en donde murieron más de seis millones de personas por ideologías extremistas y de miedo y que significaron historias de dolor y sufrimiento. Ejemplos de atrocidades en contra de pueblos tenemos muchos a lo largo de la historia y nada justifica la violencia y las funestas consecuencias de una guerra. Lo que Hamás le hizo al pueblo israelí tampoco se puede justificar bajo ninguna circunstancia y claro que debe tener consecuencias, pero debería ser en contra de ese grupo terrorista y no en contra de gente inocente que está sufriendo.Aquí es donde la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la OTAN y demás organismos internacionales que velan por los derechos humanos deberían actuar con firmeza para evitar atropellos a la dignidad del ser humano sean de donde sean, sin privilegios, pues tal parece que hay ciudadanos de primera y otros de tercera.Este conflicto ha puesto en evidencia el nulo poder de la ONU; Israel ha violado más de 60 resoluciones de las Naciones Unidas sin consecuencias aparentes. El analista Diego Ruzzarín, a través de redes sociales, hizo una comparación con Irak, país que rompió dos resoluciones de la ONU, lo que le significó una devastadora guerra de ocho años. La diferencia entre las respuestas a las transgresiones de Israel y de Irak plantea interrogantes incómodas sobre la eficacia y la equidad del sistema internacional. ¿Se mide con la misma vara?La clave podría estar en el actual juego geopolítico, en donde Israel cuenta con el respaldo de la Unión Europea y de los Estados Unidos, lo que provoca que dichas violaciones a las resoluciones de la ONU no sean consideradas como graves o simplemente no se quieran ver. Con esto, surge otra pregunta, ¿la ONU es un árbitro eficaz de la paz y la justicia en el mundo? Conteste usted con sinceridad.En las últimas semanas hemos visto manifestaciones multitudinarias en diferentes ciudades del mundo en donde se muestra un contundente apoyo a Palestina y en donde se pide el cese inmediato de las hostilidades. Sin embargo, estas expresiones de solidaridad con el pueblo palestino contrasta fuertemente con la incapacidad de las instituciones internacionales para traducir esas exigencias en acciones concretas que vayan encaminadas al diálogo, a la paz, al entendimiento. A pesar de la abrumadora demanda popular y la condena de las acciones emprendidas por Israel, las decisiones internacionales parecen estar dominadas por intereses particulares en lugar de reflejar la voluntad colectiva. En su reflexión, Ruzzarín destaca que Estados Unidos está más preocupado por vender armas y la Unión Europea por el precio del petróleo y el gas natural, que por el sufrimiento que está viviendo el pueblo palestino.Esta aparente desconexión entre el deseo popular de justicia y la realidad de la toma de decisiones global plantea dudas sobre la capacidad de las instituciones existentes para representar genuinamente los intereses y valores de la mayoría.En teoría, la ONU debería ser el foro donde se resuelven los conflictos internacionales de manera justa y equitativa. No obstante, la realidad es que las alianzas políticas y los intereses económicos a menudo superan la voluntad democrática de la comunidad global. Esta situación debería llevar a los gobiernos a realizar una revisión profunda de la estructura y el funcionamiento de dichas instituciones internacionales, bajo una visión crítica y con el compromiso claro de los principios democráticos que deben regir en todo el mundo para abordar los desafíos globales de una manera justa y equitativa. La indignación global debería ser un llamado de atención a organismos como la ONU o la OTAN que garantizaran la democracia y no sea sólo una bonita intención en el escenario local e internacional.


*Presidenta de la Comisión de Bienestar e Inclusión Social de Coparmex Nacional